SUCOT(XIV):Hoshaná Rabá

Di-s le dijo a Abraham: “Si no son expiadas las trasgresiones de tus hijos en Rosh Hashaná, lo serán en Iom Kipur, y sino lo serán en Hoshaná Rabá”.

¿Y por qué aseguró esto Hashem a Abraham?

Porque la luz de Abraham Avinu empezó a iluminar el mundo después de 21 generaciones (desde la Creación), lo mismo pasa con sus hijos, su luz no será ocultada más de 21 días, un día luego del juicio de Rosh Hashaná hasta Hoshaná Rabá.

Final del veredicto

Hoshaná Raba es uno de los días más importantes y sublimes del año. En este día se produce el el fin del sellado del veredicto de cada persona para el próximo año.

En el día de Hoshaná Rabá Hashem termina de firmar nuestro juicio, aquel que comenzó en Rosh Hashaná. Al comenzar el juicio, en Rosh Hashaná y Iom Kipur, todas las criaturas del mundo pasan como hijos elevados y son observados cada uno en forma individual; en Jag Hasucot es juzgado el mundo en las aguas en general, sobre los frutos y cosechas y el día séptimo de la festividad, es Hoshaná Rabá, el día en que se confirma el veredicto. Por cuanto que la vida del hombre depende del agua y en Hoshaná Rabá se juzga sobre ellas, es así que este día se parece en cierto modo a Iom Kipur, aumentamos en Tefilot y Teshuvá, así como lo hacemos en Iom Kipur.

En el día de Hoshaná Rabá nos mostramos delante de Di-s como carentes de méritos, pidiendo por nuestra vida y por todo el mundo, solo por el merito de la Tefilá, con un corazón sincero. Las aravot (sauces de río) que tomamos en este día representan a la boca y los labios, como símbolo de aquellas personas que no tienen ni buenas acciones, ni Torá ; así nos postulamos nosotros en este día como la arava, sin méritos sino exclusivamente con nuestra boca para rezar.

En Rosh Hashaná las criaturas del mundo pasan delante de Hashem, los justos son escritos y sellados en el libro de la vida. Los beinonim (aquellos cuyas buenas y malas acciones son equivalentes) esperan hasta Iom kipur donde son sellados y esto concluye en Hoshaná Rabá y continua hasta la salida del sol de Shemini Hatzeret.

El octavo día de la festividad es llamado Shemini Hatzeret, porque nos paramos frente a Di-s y le decimos: “Nos es difícil separarnos de tus mitzvot”. Aunque hayamos terminado con el precepto de la Suca y del Lulav y los pedidos por lluvias a medida y tiempo, estamos contentos de tenerte con nosotros. Con esto demostramos nuestro amor hacia Hashem.

Hoshanot

Luego del recitado de Halel (alabanzas a Di-s) o luego de la Tefila de Musaf, en los días de la fiesta de Sucot, sacamos el Sefer Torá del Aron Hakodesh y lo traemos a la bima del bet hakneset, mientras el jazan y toda la congregación dicen en voz alta: “Hoshana”(Salvanos) cuatro veces (por Vos Nuestro Di-s, nuestro Creador, nuestro Salvador, El que busca nuestro bien) y luego se dicen los párrafos correspondientes al día y todo el pueblo rodea la bima sosteniendo en sus manos los arbat haminin (las cuatro especies), durante los seis primeros días de Sucot dando una sola vuelta alrededor de la bima, en el séptimo día, siete vueltas.

Esta costumbre es una recordación del Beit Hamikdash que en los siete días de la fiesta los cohanim rodeaban el Mizbeaj (altar) con alabanzas y alegría una vez cada día, y siete veces en Hoshaná Rabá (séptimo día del Jag) denominado “El séptimo día de la aravá» o «El día de la aravá», pues en él eran depositadas muchas aravot (ramas de sauce) en el altar.

En Ierushalaim había un lugar llamado Motzá. Allí se dirigían y juntaban las aravot y las colocaban erguidas sobre el altar. También se tocaba el Shofar. Todos los días rodeaban el altar una vez y luego decían: “Ana Hashem Oshia na, Ana Hashem Hatzlija na” (Por favor, Hashem Salvanos; por favor Hashem ayudanos). En el día de Oshaná Rabá rodeaban el altar 7 veces y albaban a Hashem. Luego guardaban las Aravot en vasijas de oro para que no se arruinaran.

¿Por qué justamente se bendecía sobre la Aravá en Hoshaná Raba?

Por cuanto que la Aravá crece en el agua, y esté día se juzga sobre las aguas (cuanta lluvia caerá). Para recordar las Hakafot (vueltas alrededor de la Torá) que se hacían en el Beit Hamikdash en este Jag, nosotros rodeamos el Sefer Torá en el Beit Hakneset; mostrando que no nos resta sino la Torá y ella es para nosotros como el Altar que expiaba nuestras trasgresiones.

¿Por qué rodeamos 7 veces la Bima en Hoshana Rabá y no en los otros días de Sucot?

La respuesta a estas pregunta trae una comprensión sobre la propuesta primordial de Jag Hasucot.

El libro Ta’amei HaMinhagim U’Mekorei HaDinim afirma que las 7 vueltas son paralelas a las 7 veces que Yehoshua y su ejercito rodearon la ciudad de Ierijó antes de conquistarla.

La conexión es a través de la raíz hebrea. La palabra VaEsoveva ( y yo rodearé), solo aparece en 2 veces en el Tanaj. En Shir HaShirim (3:2), dice «Akuma Na Va’asoveva Et Ha’ir / Yo me levantaré y rodearé la ciudad” lo cual para el autor de Sefer Ta’amei HaMinhagim U’Mekorei HaDinim, se refiere a Ierijó. El Tehillim (26:6) dice, «Va’esoveva et mizbejeja, Hashem. Yo rodearé tu altar, Hashem,” lo que conecta el hecho de dar vueltas al Mizbeaj con como rodearon a Ierijó; el Mizbeaj era rodeado 7 veces en Hoshaná Raba así como Ierijó era rodeada 7 veces para ser conquistado.

El gran Rabino de Rupshitz esclarece la conexión entre Ierijó y Hoshaná Raba en relación con el Mizbeaj por medio de traer la costumbre de soplar el shofar siete veces durante las Hakafot en Hoshaná Rabá. Ellos dicen que la fuente esto era también de Ierijó. En Ierijó, la gente rodeaba la ciudad una vez por 6 días, y en el séptimo día, ellos la rodeaban siete veces, mientras que los cohanim soplaban shofarot y llevaban el Aron alrededor. El shofar, aparentemente milagroso, hacia que la muralla de la ciudad cayera. En Hoshaná Raba, debemos soplar el shofar y hacer siete hakafot para lograr “ que la pared de hierro entre nosotros y Hashem se derribe”.

Esto, de hecho, es la propuesta de Hoshaná Raba y Sucot en general: romper la barrera entre Hashem y nosotros. El comienzo del pasuk en Tehilim es “Erchatz B’Nikayon Kapi”. Yo lavaré mis manos en pureza.» La intención de rodear el Mizbeaj es purificarse, lo que tratamos de hacer en Sucot. Uno puede incorrectamente creer que los únicos días intensivos para pedir perdón son desde Rosh Hashaná hasta Iom Kipur. Sucot son días como estos también. Por siete días, vivimos en la Sucá, separándonos de nuestras posesiones materiales que nos distancian de Di-s. El número siete representa integridad, shlemut, completitud. En Sucot pasamos 7 días completos cerca de Hashem a través de lo natural. En el séptimo día estamos preparados para quebrar las puertas del cielo.

Hoshaná Raba es el último día para la mitzvá de los arbat haminim (4 especies) y para la mitzvá de Suca (en el galut, diáspora, se hace un día más del Sucot, en Shemini Atzeret) y es llamado Hoshaná Rabá por cuanto que aumentamos en Tefilot de Hoshaná en este día más que en el resto de los días del Jag.

A pesar de que la Torá no separa este día del resto de los días del Jag, tomaron los iehudim en todas las generaciones costumbres especiales para este día. Se visten ropas festivas y se acostumbra quedarse despiertos toda la noche estudiando Torá y aumentando en rezos. De esta forma, mostramos nuestro deseo de permanecer cercarnos a Di-s y añorar que el pose entre nosotros.

Sheminí Atzéret – Simjat Torá (II):Simjat Torá y la cadena ininterrumpida

Cuando Moshé bajó del Monte Sinaí con las Tablas de la Ley y vio que el pueblo durante su ausencia erigió un becerro de oro, inmediatamente las soltó de sus manos y éstas se quebraron. Moshé demostró así su indignación por lo que estaban haciendo.

Nuevamente Moshé escucho la voz Divina que le ordenaba subir al monte para recibir las tablas por segunda vez, y sucedió en el primer día del mes de Elul. Moshé tallo nuevas tablas y al culminar bajó del monte, 40 días después, en Yom Kipur. El pueblo de Israel recibió por fin el Decálogo.

Cinco días después de Yom Kipur celebramos la fiesta de Sucot por 7 días, y en el octavo día la Torá nos ordena celebrar una nueva fiesta, Azeret, o como es conocida: Shmini Atzeret. En la tierra de Israel, en esta fiesta se culmina el ciclo de la lectura de la Torá con la parasha Ve zot habraja y comenzamos un nuevo con la parasha Bereshit; en la diáspora el segundo día de Yom Tov se celebra la fiesta de Simjat Torá (la alegría (con) de la Torá).

Buscando un camino

Nuestra generación es una generación de tablas rotas: busca diversos caminos y senderos, busca vivencias espirituales y materiales para darse cuenta al final que, «tallando tablas nuevas» como las primeras, reencuentra las fuentes originales del judaísmo asegurando su supervivencia y continuidad.

En el judaísmo ocurre lo contrario que en los demás pueblos. Cuando hablamos del pasado, en otras culturas significa regresión, atraso, barbarie y paganismo. Sin embargo cuando nosotros los judíos hablamos de nuestro pasado, retornamos a la cuna de nuestra nacionalidad, a los fundamentos de la fe monoteísta, a la pureza del patriarca Abraham, al espíritu de sacrificio del patriarca Itzjak y a la raíz de toda nuestra ascendencia, el patriarca Yaacov.

Nuestra raíz y nuestras fuentes son inmejorables. El Talmud afirma que a una persona, cuando quiere derribar un árbol, no le conviene comenzar por las ramas ya que malgastará tiempo y esfuerzos, y lo mejor que puede hacer es cortar sus raíces y de esta forma el árbol más robusto caerá. Por el contrario, para preservar la lozanía y la subsistencia tenemos que abonar las raíces, y de la misma forma, aferrándose a éstas, la fuente vital que nutre al tronco conservará las ramas. El árbol del pueblo judío con raíces fuertes se puede mantener firme y nada podrá abatirlo.

Nuestra generación, si logra mantenerse sujeta por la tradición, las leyes y los mandamientos, y al mismo tiempo aferrada a sus raíces, no perderá su equilibrio. Nuestra vida esta apegada desde arriba por la Torá y no puede separarse de ella. Es significativo por ello que Moshé recibió las primeras Tablas de la Ley en el mes de Siván, cuyo símbolo son los gemelos: la Torá y el pueblo de Israel son como gemelos, siameses, indivisibles y unidos por toda la vida.

Una cadena ininterrumpida

En el Monte Sinaí el pueblo de Israel comenzó una cadena con eslabones unidos que no se han separado hasta el día de hoy. La misma Torá que recibimos en Sinái ha pasado de la boca del maestro al alumno, y cuando este alumno con el tiempo se convirtió en un maestro se la pasó a otro alumno, generando de este modo que la entrega de la Torá sucede hasta el día de hoy, creando así la «cadena de la transmisión de la Torá».

Escuchar la señal es unir nuestro eslabón a la cadena

La primera Mishna en el tratado de Avot nos enseña: «Moshé recibió la Torá (en) de Sinaí y se la entrego a Yehoshua, y Yehoshua a los ancianos, y los ancianos a los profetas, y los profetas a los Varones de la Gran Asamblea.»

El Maharal de Praga, el famoso autor del golem, pregunta en su comentario al tratado de Avot: ¿por qué la mishná dice que Moshé recibió la Torá de Sinái y no de Di-s?. Responde el Maharal: que aprendemos de aquí que esta entrega no fue espontánea como lo vemos en los profetas de los pueblos, que recibían profecías y visiones en distintos lugares y tiempos ya que a Moshé Di-s le designo un tiempo y un lugar físico para la entrega de la Torá y no fue algo casual. Explica el Maharal: «aquel que recibe, recibe del que entrega y que tiene la intención de entregarle y entonces le fija un lugar para la entrega. Por lo tanto no hay acá una recepción casual del todo». El pueblo entero que salió de Egipto vio, escuchó y experimento este gran evento, la entrega de la Torá en el monte de Sinái a Moshe por Di-s.

Relata el Talmud: Todos los días se eleva una voz celestial del Monte Jorev (Sinái) y se lamenta diciendo: ¡Ay de los que denigran a la Torá!» Un comentarista interpretó esto en el sentido de que la voz celestial tiene similitud con una transmisión de radio 24 horas al día, pero solo los que sintonizan correctamente pueden escuchar esta voz. Si no prendemos la radio y la sintonizamos en la onda correcta, difícilmente oiremos la señal. Lo mismo ocurre con el monte de Sinái: constantemente nos está mandando una señal a nuestra conciencia, pero solo los que sintonizan están en condiciones de recibirla.

Se cuenta de un estudiante hindú que estaba paseando por la bulliciosa Quinta Avenida en Nueva York. El estudiante de pronto se detuvo, levanto su cabeza y escucho los trinos de un pájaro que estaba en una jaula en una ventana, 20 pisos sobre él. Un acompañante le pregunto: por qué se detuvo y le contesto el hindú que había escuchado el bello trino que provenía desde lo alto. El acompañante incrédulo le dijo que esto era imposible y siguieron caminando. Unos minutos después el hindú sacó de su bolsillo una moneda de un dólar y la tiró a la calle. Inmediatamente se abalanzaron sobre la moneda decenas de personas pugnando para apropiarse de ella. Viendo esto el acompañante, la respuesta estaba implícita: cada persona escucha el sonido que le interesa de acuerdo a lo que lleva dentro de sí.

Que bien se ajusta este relato a lo que experimentamos hoy en día. Nuestra generación seguramente recogió el mensaje materialista de la moneda, y no podemos negar el crecimiento del materialismo en nuestra época, pero también hay otros que sintonizan y escuchan el mensaje eterno de Sinái, el mensaje de la Torá que los une con los eslabones del pasado y con las raíces de su árbol.

Esto es algo que deben entender todas las instituciones comunitarias, los establecimientos de educación judía, y todos aquellos que predican la lucha por la supervivencia del judaísmo y la lucha en contra de la asimilación. Solo estas voces espirituales pueden influir en la regeneración de nuestra generación que es el próximo eslabón de la cadena. No permitamos que el auto holocausto interno que nos está amenazando continúe destrozando este lazo ancestral.

Existe una bella homilía que explica por qué el Todopoderoso entrego la Torá al pueblo de Israel. Cuando una persona tiene una cámara de tesoros que puede abrir solo con una llave diminuta, si pierde la llave, no puede disponer de sus caudales. Una solución para no perder la llave es atarla al extremo de una larga cadena. Si la llave cae, su dueño no tendrá dificultad para encontrarla: la tirará hacia él y la llave estará en sus manos. Siendo que el pueblo de Israel es una nación minúscula, diseminada por el mundo, El Eterno ha tomado los recaudos necesarios para que no nos perdamos, y nos ha ligado con una «cadena de oro» imperecedera, la Torá. Donde vallamos y en donde estemos como individuos o comunidades la Torá nos cuidará de que no nos perdamos.

Gracias a la «cadena eterna» puede conservarse la llave para abrir a los tesoros, las riquezas espirituales inconmensurables que tiene el judaísmo.

Que el árbol de Israel fructifique y crezca eternamente.