Unos de mis primeros recuerdos es aquel anciano judío que venía cada día a darme forma, para que pueda ser parte del Bet Hamikdash, nuestro Sagrado Templo. Lo escuché murmurar: “Hashem, yo sé que Tú no necesitas de este Templo, ni tampoco de mi roca, porque Tú eres infinito y ninguna construcción puede contenerte; pero esta es mi forma de expresarte mi gratitud y rendirte tributo y honor”.
Año 420 AEC. Soy una piedra del Kotel, un trágico 9 de Av. Vi la caída del reino de Yehudá. El interior del Templo arde en llamas. Con dolor y lágrimas, el pueblo fue desterrado, y llevado a Babilonia. El hambre y la peste habían diezmado a mi pueblo. Como una madre extiendo mis brazos hacia mis hijos que se aferran a mí, pero el brutal enemigo los arranca de mi regazo.
Año 490 AEC. La alegría me invade, mis hijos regresan! Aunque todo es ruina humeante y maloliente, hombres, mujeres y niños se abocan a reconstruir, con la espada en una mano, para defenderse día y noche y la pala en la otra para construir la Gloria del Gran Templo.
Año 70, soy una piedra del Kotel, vi la caída del retoño judío, por el odio que impera entre ellos. Mientras ellos se pelean, otro trágico 9 de Av, los romanos conquistan Yerushalayim y queman el Templo, mientras mis hijos son dispersados por todos los confines, algunos como esclavos, otros para las arenas del circo romano, otros degollados junto a sus niños… me mantengo en pie por milagro, mas internamente me revuelco en dolor y tristeza, cual madre privada de sus hijos…
Año 1948, Soy una piedra del Kotel. Mi cuerpo fue sacudido por el grito: Viva el estado de Israel!, se escuchaba tan cerca… Pero mi corazón estaba aun triste, pues aun continuaba prisionera en manos árabes que no permitían a mi pueblo llegar hasta mí, desde lejos escuchaba sus suspiros y plegarias… mas sus manos no podían abrazarme aun…7).
Año 2002, Soy una piedra del Kotel, te estoy mirando y me estremezco, has vuelto a mí, a tu casa, la habitación más intima del pueblo judío. ¡Quizás te sientas un turista, pero comprende que este es tu hogar! ¡Tú no eres un turista, eres uno de mis hijos! Para que tú estés hoy aquí, dos padres lucharon por mantener su judaísmo, 4 abuelos más 8 bisabuelos más 16 tatarabuelos, desafiaron la maldad que pretendía borrarlos, cientos de personas mantuvieron su compromiso judío durante siglos para que hoy tú y yo nos podamos reencontrar cara a cara, como una madre con su pequeño y amado hijo. ¿Qué puedo expresarte? La alegría y la emoción me embargan, entiende que tu judaísmo no es algo que has heredado, sino que es algo que tomaste prestado de tus hijos y que debes entregárselo también a ellos, para que el día de mañana cuando tus hijos estén frente a mí, tal como tú estás hoy, pueda yo, esta vieja piedra del Kotel, recibirlos y emocionarse al verlos frente a mí, retornando a su hogar, y que tus hijos sigan siendo parte de mis hijos. Ese es el compromiso que, como una madre, hoy yo pacto contigo…
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