Parashá Vayélej (Y fué) 6 Tishri 5773 (22 Septiembre 2012).Shabat Shuva. El Sábado del Retorno

Resumen de la Parashá

 Moshé cumplía 120 años de edad y habló al Pueblo de Israel  anunciándole que estaba finalizando su liderazgo, y que el Todopoderoso había  elegido como sucesor a Yehoshúa, quien los dirigiría y conduciría a la Tierra  Prometida. Frente a todo el Pueblo, Moshé incitó a Yehoshúa a «ser fuerte y  valiente», y que confiara plenamente en el Eterno.

Posteriormente entregó la Ley escrita a los cohanim y a los  ancianos. En Sucot del año posterior al de la shemitá cuando los judíos sean  convocados ante el Santuario, deberá leerse públicamente, y así cada uno estará  obligado a obedecer a Hashem.

El libro de la Ley debía ser colocado por los levitas al lado del  Arón Hadkodesh, para atestiguar contra el Pueblo de Israel, si llegara a  desviarse de Sus enseñanzas.

Por último, el Todopoderoso ordenó a Moshé que procediera a reunir  al Pueblo y les enseñara el cántico y que sería recordatorio de las  consecuencias de apartarse del Eterno.

Enfoques sobre la Parashá

«Mi ira arderá contra él en ese día, y los abandonaré; y les  ocultare Mi rostro y se transformaran en presa. Ese día dirán: ‘¿No es acaso  porque mi Di-s no está en mi medio que me acontecieron estos males?'» (Devarim  31:17)

Cuando el Pueblo Judío sufre una tragedia, se piensa que Hashem nos  ha abandonado, dejándonos en manos de nuestros enemigos. Cuando nos acosan  aquellos que buscan destruirnos y da la impresión de que nada los detiene, y de  que no tenemos modo dedefendernos, y  ellos nos aniquilan mañana y noche… recordemos este versículo.

Hashem nunca ha de abandonarnos; lo que pasa es que sentimos que Él  nos abandonó porque «ocultó Su rostro». Y cuando Hashem «oculta Su rostro»  significa que no podemos ver cómo controla los acontecimientos. Nos parece que  reina el caos. Pero, por supuesto, no hay nada que pase sin que Él lo decrete.  Todo lo que pasa fue decretado y sellado en Yom Kipur. «Quién vivirá y quién  morirá».

Y si nos fijamos más en detalle, aunque no podamos ver el «rostro»  de Hashem, al menos podemos discernir Su «espalda». Podemos ver las reveladoras  huellas en la nieve de la historia.

A veces estamos seguros de que Le ‘fallamos’ tanto que no hay  manera de volver a Él. Pero debemos recordar que El siempre está presente,  detrás de la máscara del mundo, aguardando que retornemos a través de la  plegaria y la teshuvá (arrepentimiento).

(Rabenu  Bejaie)

«Y Moshé fue y les dijo estas palabras a todo Israel» (Devarim  31:1)

¿Por qué la Torá no nos dice a dónde fue Moshé? En cada judío que vivió, en todas las épocas  de la historia, hay una chispa de Moshé Rabenu. Allí es donde fue Moshé. Ese fue  su lugar de descanso. Por eso el versículo concluye diciendo: «Y Moshé fue (y  les dijo estas palabras) a todo Israel».

Tal vez esa sea una de las razones por las cuales nadie sabe adónde  está enterrado Moshé: porque la última morada de Moshé se encuentra en el  corazón de cada judío.

(Rabí  Mijael Schoen)

«Al cabo de siete años… leerás esta Torá ante todo Israel…  los hombres, las mujeres ylos niños  pequeños» (Devarim 31:10-12)

¿Cuántas veces vemos personas que están totalmente alejadas de la  religión se vuelven de pronto «ortodoxas» cuando se trata de educar a sus hijos?  En su comentario del versículo citado, Rashi menciona que la razón por la cual  se debe traer a los pequeños a que oigan la Torá, en Hakel, es para «causar  recompensa a aquellos que los traen». Esto implica que el motivo por el cual  vienen los hijos no tiene nada que ver con la influencia que puede ejercer en  ellos, sino en los que los traen.

Al tratar de establecer un buen modelo para sus hijos, los propios  padres han de tener más cuidado en el cumplimiento de las mitzvot.

(Avodat Israel en Mayaná shel Torá)

«Ciertamente ocultaré Mi rostro…» (Devarim  31:18)

Había una vez un gran rabino que se encontró con un niño pequeño  que lloraba profusamente. El rabino le preguntó: «¿Qué te pasa, niño?», y los  ojos le brillaban de ternura por el pequeño. «Estábamos jugando… y yo era el  que tenía que esconderse…» El niño miró al rostro del rabino.

«Sí, te escucho…», dijo el rabino. «Entonces fui y me escondí,  pero… pero…» Y nuevamente prorrumpió en profuso llanto. «Dime lo que  ocurrió», dijo el rabino suavemente.Por  fin, el niño logro concluir la oración: «… ¡pero nadie vino a  buscarme!».

Tras unos instantes, el rabino sonrió y dijo: «¿Sabes algo? No  deberías estar triste. Estas en muy buena compañía». El niño suspiró, y las  lágrimas se fueron secando. El rabino lo miró a los ojos y continuó: «La verdad  es que estás en muy buena compañía. Di-s se siente igual que tu. No son muchos  los que van a buscarlo».

El mundo es como un juego cósmico de escondidas. En este mundo nos  dan una invitación. La invitación se llama Vida. Esa invitación es en sí misma  un desafío: ¿Quién nos trajo aquí? ¿Quién nos mantiene? ¿Qué es lo que hacemos  aquí?

Y para que el juego sea todavía más interesante, y nuestro éxito  más significativo, existen distintas distracciones y «pistas falsas» que nos  pueden alejar del juego. Pero nuestro «Compañero de Juego» nos dejó una  «ayudita» con la que podemos salir victoriosos de esta gran aventura.

El nos proporcionó un manual claro con cuya ayuda tenemos  garantizado que podremos desenmascararlo a Él y al propósito de nuestra  existencia. Ese manual se llama «la  Torá».

Al cumplir con la Torá, vemos a nuestro «Anfitrión» mejor y con  mayor claridad. Pero si no cumplimos con la Torá, Él se oculta mucho más  profundamente, y entonces resulta muy difícil poder encontrarlo.»Ciertamente  ocultaré Mi rostro».

En el idioma hebreo, la expresión «ciertamente hacer algo» se forma  con la repetición del verbo. En otras palabras, la traducción literal de la  frase «Ciertamente ocultaré Mi rostro» es «Ocultar, ocultaré Mi rostro».

La estructura misma del idioma hebreo nos proporciona una  explicación de ese «ocultamiento». Existen dos clases de ocultamiento. Uno es el  ocultamiento en el que sabes que hay alguien que se esconde, pero no lo ves. El  otro es el ocultamiento en el que ni siquiera sabes si en verdad hay alguien que  se esconde. En esta segunda clase, está oculto el hecho mismo del ocultamiento.  Ese es el ocultamiento por excelencia: en el que el ocultamiento mismo se  encuentra oculto.

Cuando tenemos conciencia de que Di-s se ocultó de nosotros, en  realidad El no se encuentra oculto, porque nos damos cuenta de que al ocultarnos  nosotros de Él, El actuó con nosotros del mismo modo, ocultándose de nosotros.  Entonces, bajamos la cabeza y retornamos a Él, implorando Su perdón. Sin  embargo, cuando el ocultamiento en si es algo oculto, y pensamos que así es como  tiene que ser el mundo, entonces estamos en un grave problema, porque no hay  nada que nos despierte para retornar a Hashem. Pensamos: «Así es como son las  cosas, ¿no?».

Hay un refrán en ingles que dice «La ignorancia es la felicidad».  Pero solamente mientras seamos ignorantes de nuestra ignorancia. Llegará el día  en el que todos nos despertaremos frente al tribunal «Supremo», y entonces  deberemos pagar el precio por nuestros años de «felicidad». En Yom Kipur tenemos  la oportunidad de sacudirnos de nuestra ignorancia y arrojarnos a la compasión  del Rey. Si buscamos con todo el corazón, seguramente Lo  encontraremos.

(El Sfat Emet en nombre del Jidushei Harim en Mayaná shel Torá;  historia oída de boca de Rabí Zev Leff)

«Y el hallará muchos males y preocupaciones y dirá aquel día:  ‘He aquí que como Di-s no está en medio de nosotros, me han acontecido estos  males'» (Devarim 31:17)

¿Cámo definirías la felicidad? ¿La riqueza? ¿El status? ¿La  seguridad? ¿La juventud o la belleza?

Una vez alguien dijo: «La felicidad es saber que las cosas son  importantes, y tener una conexión con ellas».

La persona que cree en Di-s piensa que las cosas son importantes:  el mundo tiene un propósito y que todo ocurre por un motivo. Tal vez no entienda  la razón, pero eso no significa que lo que ocurre ocurra porque sí. Para la  persona de fe, todo lo que ocurre en la vida tiene importancia.

El guionista Divino no deja intriga sin resolver. Ninguna vida es  insignificante; ningún acontecimiento deja de tener importancia. Si Di-s me  creó, debo ser importante; debo tener significatividad. Esa es la fuente  esencial de la felicidad: «Si Di-s me creó, entonces mi vida debe tener  significatividad». Esta actitud es un arma de tremendo poder contra los  sentimientos de depresión y de soledad.

Si la felicidad es saber que las cosas son importantes y que yo  estoy conectado a ellas, entonces la tristeza es lo opuesto. Es sentir que nada  tiene importancia. La antítesis de la felicidad es la apatía. La apatía es la  voz que dice «No valgo nada; mi vida no tiene ningún valor… ¿Para qué voy a  salir de la cama?»

«Y el hallará muchos males y preocupaciones y dirá aquel día:  ‘He aquí que como Di-s no está en medio de nosotros, me han acontecido estos  males'» (Devarim 31:17)

La estructura de este versículo es asimétrica. Al principio habla  de «males y preocupaciones» y al final menciona solamente «males». ¿A que  lección apunta la Torá?

Los «males» se refieren al acontecimiento en sí. En este mundo, la  tragedia no es foránea. Son muchos los que deben soportar «males» de algún tipo.  En el mundo en que vivimos, los acontecimientos se dividen en buenos y malos.  Nuestra visión es muy limitada. No podemos ver el bien esencial de todo lo que  ocurre. Las «preocupaciones» se refieren a la ansiedad mental, a la depresión,  cuando todo nos parece negro. Esto viene a unirse al «mal» que le acontece a la  persona. Cuando no tenemos fe en Di-s, no solo que nos vemos afligidos por el  dolor de lo que ocurre sino que, mucho peor todavía, no tenemos forma de poner  estos hechos en su debida perspectiva. Nos da la impresión de que las cosas  ocurren al azar.

Sin embargo, cuando depositamos nuestra confianza en Di-s, vamos  por el valle de la sombra de la muerte sin temor, porque sabemos que Di-s  siempre está junto a nosotros.

(Rabí Elazar Menajem Shaj en Lekaj Tov, Rabí Noaj  Orlowek)

«…Y al cabo de siete años, en el plazo del año de shemitá,…  habrás de leer esta Torá, ante todo Israel, a sus oídos…» (Devarim  31:10-11)

La Torá ordena la Mitzvá de Hakel – que toda la nación, incluyendo  mujeres y niños, se junten para escuchar al Rey leer de la Torá.Esta Mitzvá se cumple en el primer año del  ciclo de Shemitá (siete años, concluyendo con el año sabático).La razón por la cual la Torá «conecta» la  Mitzvá de Hakel a la de Shemitá es que en el año de Shemitá, el último año del  ciclo, no se puede hacer ningún trabajo en la Tierra, y las personas están  liberadas de la presión de trabajar la tierra y vender su producción.En este momento, todas las personas, tanto  «grandes y chicas» pueden prestar atención al servicio de Di-s, y es así que las  palabras de la Torá pueden entrar en sus oídos en un profundo nivel de  entendimiento.

(Meshej Jojmá)

 http://www.mesilot.org

 Shabat Shuva – El Sábado del  Retorno

Hoy, estimados amigos, tenemos mucho tiempo para pensar. No  estamos tan ocupados como en los días hábiles. Hoy es Shabat y un Shabat muy  especial, el Shabat del retorno. Uno muy especial, así denominado porque se lee  la Haftará del profeta Hoshea, que comienza con las palabras: “Retorna, oh  Israel al Señor tu D-s (14:2)”
Ahora es el momento propicio para  hacernos un profundo examen de conciencia y analizar lo realizado por nosotros  durante el último año, examinar los triunfos y los fracasos. Tener la valentía  intelectual de reconocerlos para así enderezar nuestros pasos y retornar con  fervor a la senda de la vida judía indicada en nuestra Torá.
¿Qué leemos  en Haftará? El profeta Hoshea habló a los hijos de Israel que habitaban en  el Reino de Israel, que eligió Servir al Becerro de Oro y que traicionó a la  dinastía del Rey David, a Jerusalem la ciudad eterna, prefiriendo a Shomrom.
Cierto es que en Jerusalem la situación no era la ideal, pero el Sagrado  Templo, con sus sacerdotes y maestros, influían para bien. En el reinado de  Israel, tomaron el camino equivocado tergiversando los valores.
La  maldad y la perversión reinaban en sus corazones. Por tal razón el profeta debía  hablarles en un idioma comprensible para ellos. El profeta era la conciencia  social del pueblo, que les indicaba las enfermedades espirituales, indicándoles  el medicamento adecuado, prescripto por el Todopoderoso en nuestra sagrada Torá. “Retorna, oh Israel, al Señor tu D-s, porque has caído por tu iniquidad.  Tomad con vosotros palabras y volved al Señor. Decidle: “Quita toda nuestra  iniquidad y acepta el bien (Hoshea 14:2-3)” ¿Acaso es vergonzoso caer en un  error? ¿Es acaso el hombre un eterno triunfador? No, estimados amigos, en la  vida de un ser humano hay éxitos y fracasos. No solo los malvados caen en la  iniquidad, también lo hacen los justos, pero la peor desgracia es no querer  reconocer su falta, culpando a otros de su propio error.
Es por esta  razón que el profeta se dirige a su pueblo diciendo: “Retorna, oh Israel, al  Señor tu D-s. Reconoce tus faltas. Arrepiéntete y recupera tu propia identidad”
El gran Rabino Rabí Abraham Itzjak Hacohen Kuk escribe en su libro Orot  Hateshuvá: El arrepentimiento es la sensación más sana del alma. Un alma sana en  un cuerpo sano debe llegar a la extrema felicidad del arrepentimiento. Y siente  con él la mayor satisfacción natural.

http://www.torahenfamilia.com