Las 613 Mitzvot de laTorá (I)

Después de que Israel  escuchó los Diez Mandamientos, Dios dijo a Moisés:

Asciende hacia Mí, a la  montaña, y permanece ahí. Te entregaré las tablas de piedra, la Torá y los  preceptos que he escrito para enseñar [al pueblo].

Moisés había de permanecer  40 días en la montaña para aprender cada detalle de las 613 mitzvot,  preceptos, la Torá Escrita y la Ley Oral (posteriormente redactada en forma

del  Talmud y Midrash). Al final, él iba a bajar las Tablas con los Diez  Mandamientos. Estas Tablas que Dios entregó a Israel iban a enseñarles qué se  requería de ellos para establecer su relación íntima con el Creador. Todas  las 613 mitzvot están incluidas en los Diez Mandamientos y

cada una de  las 613 tiene su raíz en una palabra de los Diez. El Zohar enseña que cada una  de las 613 mitzvot representa una forma de apegarse apasionadamente al  Altísimo, lo que a su vez explica el significado de la Mishná:

 El Santo, Bendito es, deseó  purificar a Israel y por ello les multiplicó la Torá y sus preceptos.
 El deseo de Dios, en cuanto  a «purificar a Israel», no apuntaba a aumentar su recompensa en el mundo  venidero, sino más bien ayudarles a alcanzar el nivel de debekut en este  mundo. Hemos visto que la palabra hebrea mitzvá proviene de una raíz  que significa «unir». La mitzvá es una especie de unión, en el sentido de  que constituye un medio para integrar el mundo físico con las esferas  superiores. Cuando observamos un precepto, Dios se acerca a nosotros y se  fusiona con nuestra habilidad de sentirlo. A tal objeto, Dios nos entregó una  cantidad de preceptos igual al número de partes del cuerpo humano. De las 613,  248 mitzvot se relacionan con actividades físicas que paralelan las partes del  cuerpo encargadas de cumplirlas, en tanto que 365 mitzvot involucran  transgresiones que debemos evitar y son las contrapartes de los nervios y  tendones.

Relacionar la partes del  cuerpo con los preceptos parecería una idea bastante revolucionaria, aunque no  menos que la interconexión entre la mente y el cuerpo o los efectos de los  estados mentales sobre enfermedades, que constituían una «herejía científica»  hasta hace muy poco tiempo. No obstante, en la actualidad, el campo de la  medicina mental-corporal se ha convertido en un tema de rápido desarrollo  investigativo y práctico. La teoría de la conciencia orgánica, que prevalece en  la «medicina alternativa», adquiere renovado significado cuando comprendemos la  enseñanza cabalística de que, cuando el hombre se dedica a cumplir las mitzvot con amor y considera las transgresiones como actos que no  permiten la unión con Dios, las partes de su cuerpo se convierten en recipientes  tan refinados por la luz Divina que su misma naturaleza física adquiere la  cualidad de la luz.

 No obstante, podríamos  objetar, al igual que Maimónides, que el hombre no puede asumir responsabilidad  por algo que no ha asumido conscientemente. ¿Cómo pudo el clamor espontáneo de  los israelitas, «Haremos y escucharemos», hacerles responsables de las mitzvot dado que no sabían qué estaban aceptando sobre sí? El Zohar  aclara que, a través de su declaración, el pueblo de Israel se estaba  comprometiendo a alimentar el fuego de su apego apasionado a Dios y convertirse  en «un reino de sacerdotes y un pueblo santo», en línea con el deseo Divino.  Para ellos, las mitzvot no eran yugos indeseables, sino herramientas que  les serían útiles para cumplir con su anhelo de debekut y, como tales,  ellos apreciaron que se les entregaran en gran número: a más mitzvot, mayor su  probabilidad de recobrar este preciado lazo.

 Del Zohar derivamos que la  culminación de Shabuot fue el debekut de Israel con el Altísimo. Por ello, Rashí  explica que la referencia en el Cantar de los Cantares a «Su día de nupcias» se  refiere a la vivencia sinaítica, es decir, Shabuot. A través del matrimonio,  hombre y mujer se unen en un lazo en el cual se complementan mutuamente. De  manera similar, en la dimensión espiritual, la Torá fue entregada a Israel en el  Sinaí en el sexto día del mes de Siván, como una serie de instrucciones que les  ayudaría a mantener el apasionado apego de su unión. Dado este aspecto de  Shabuot, ¿cómo podríamos pensar que los sabios instituyeron la festividad para  conmemorar la entrega de las instrucciones que permitieron la unión de Israel  con su Creador?

 Es entendible, entonces, la  decisión de los sabios en cuanto a referirse al significado oculto de Shabuot  tan sólo por medios alusivos. Y sin embargo, si Shabuot fue realmente «Su día de  nupcias», el día en que la Congregación de Israel se convirtió en Su Amada del  alma, ¿por qué relacionaron la festividad con la Entrega de la Torá en la  plegaria de la Amidá?

¿Cómo sabemos que los sucesos de la Torá son ciertos? (II)

3. La Torá relata la historia de la Torre de Babel, según la cual, los hombres, procuraron construir una torre que llegara hasta el cielo, sin lograrlo. ¿Es ello imposible? Escasamente. Entre los vestigios hallados de lo que cierta vez se llamó Babilonia (también conocida como Babel) se encontraron zigurats, torres inmensas que a veces alcanzaban una altura de centenares de pies, tal como lo indica el relato de la Torá. Otro aspecto del relato de la Torre de Babel, es que su construcción tuvo lugar en el momento preciso en que el pueblo se dispersó y comenzó a hablar distintos idiomas. Ello indicaría que antes, hablarían un solo idioma universal. Por consiguiente, es interesante observar que muchas palabras griegas y romanas (y en consecuencia inglesas, francesas y alemanas) guardan una notable analogía con sus contrapartes hebreas. Por ejemplo, la palabra hebrea «eretz» es «earth» en inglés y en francés «terre»; la palabra «sapir» se convierte en «sapphire»; «peri» se convierte en «fruit»; «iain» se convierte en «wine» o «vin»; «ain» se convierte en «eye»; «ovev» se convierte en «raven» o «corveau» y «shesh» se convierte en «six» o «sechs». De manera análoga, el alfabeto inglés de hoy se deriva del alfabeto griego, que a su vez se basó en el alfabeto hebreo-semítico. El término mismo «alfabeto» demuestra la influencia del hebreo, cuyas dos primeras letras «alef» y «bet». Las propias letras son prácticamente idénticas: alef-alfa-A; Bet-beta-B; Dalet-delta-D, etc.

4. La Torá afirma que Abraham Avinu nació en Ur Kasdim (Ur de los Caldeos). Muchas personas dudan de que tal sitio existiera alguna vez. Sin embargo, a fines del decenio de 1920, Sir Charles Woolley, condujo una expedición que excavó las ruinas de Ur, en las proximidades del río Eufrates, en la Mesopotamia. Estas revelaron que Ur, fue una ciudad bien desarrollada que se entregó entusiastamente a la adoración de ídolos, lo cual coincide con el relato de la Torá.

5. La Torá describe la destrucción cataclísmica de las ciudades de Sodoma y Gomorra. Los investigadores han determinado que el Mar Muerto, que se encuentra en esa región, tiene una profundidad extraordinaria de unos 1200 pies por debajo del nivel del mar. Hay pruebas de que Sidim, donde estaban ubicadas- Sodoma y Gomorra, cayó repentinamente y quedó sumergido debajo del agua, posiblemente el Mar Muerto. El mar sigue siendo notablemente salado, y en los terrenos bajos surgen árboles muertos con gruesas incrustaciones de sal, lo cual coincide con la afirmación de la Torá de que la esposa de Lot se convirtió en un pilar de sal.

6. La Torá afirma que del matrimonio entre Abraham y Hagar, la doncella de Sara, nació un hijo: Ishmael, que se convirtió en el padre de los pueblos árabes. Por esta razón, los árabes aún hoy continúan reverenciando a Hagar y a Ishmael y oran en la sepultura tradicional de sus antepasados, de Majpelá en Hebrón. Por otra parte, los árabes han mantenido la costumbre de circuncidar a sus hijos a los trece años, exactamente la edad en que, según la Torá, Ishmael fue circuncidado.

7. La Torá afirma que Iosef, el hijo de Iaakov, fue vendido como esclavo a Egipto, y que posteriormente se convirtió en el principal ayudante del Faraón. Algunas personas afirman que durante ese periodo, y el período de la estadía de los judíos en Egipto, ese país se hallaba bajo el dominio de un pueblo extranjero: Los hicsos. Esto tal vez explique por qué se conservaron de esa época tan pocos documentos escritos, si hubo algún tipo de documentos escritos, estos probablemente hayan sido destruidos por los egipcios, que deseaban eliminar todo rastro de esta humillación. Sin embargo, es interesante destacar que un antiguo canal del Nilo en las proximidades de la ciudad de Medinet-el-Fiiyum (80 millas al sur de El Cairo) sigue llevando el nombre de Bahr Iusuf (canal de Iosef), prueba ésta de la influencia de Iosef. Asimismo, la Torá registra que, cuando Iosef se convirtió en virrey de Egipto, se le confirió el cargo mediante la entrega de un anillo, el sello del Faraón, fina ropa de lino y una cadena que pendia del cuello. Hay cuadros y murales en Egipto que muestran que éste era exactamente el método de investidura entonces empleado. Y la Torá dice que cuando Iaakov Avinu murió en Egipto, fue embalsamado. El antiguo historiador Heródoto lo corrobora y señala que ésta era exactamente la forma en que los egipcios enterraban a los muertos. El relato bíblico es correcto.

8. La Torá continúa diciendo que después de la muerte de Iosef, los egipcios esclavizaron a los judíos y los obligaron a construir ladrillos y a erigir las ciudades de almacenamiento de Pitóm y Ramsés. Sobre los muros de una tumba de roca al oeste de la ciudad egipcia de Tebas, se halló una serie de dibujos que describen la vida del Visir Rekhmire. Uno de estos dibujos lo muestra con un cayado en la mano supervisando las tareas de albañilería efectuadas por extranjeros, que aparecen con barbas y pieles más claras: Señal ésta de que eran semitas. Además, en los documentos egipcios se mencionan las ciudades de Pitóm y Ramsés, y una inscripción dice lo siguiente: «PR acarrearon las piedras para construir las grandes fortalezas de la ciudad de Pi-Ramsés-Meni-Amun”. Pi-Ramsés Meni-Amún es el nombre egipcio dado a Ramsés, PR es la forma de referirse a los semitas en los jeroglíficos egipcios. Por último, los dibujos y las excavaciones también han revelado los vestigios de las ciudades de Pitón y Ramsés y ambos contienen las ruinas de graneros y depósitos, exactamente como lo describe la Torá.

Extraido de Lehavin Ulehaskil. Edit. Bnei Sholem

¿Cómo sabemos que los sucesos de la Torá son ciertos? (I)

¿Cómo puede probarse que la historia realmente sucedió tal como la conocemos? ¿Cómo sabemos, por ejemplo, que realmente vivió una persona como Julio César? Después de todo, no existen filmaciones de sus acciones ni grabaciones de su voz. Indudablemente, ninguna persona viva puede afirmar haberlo visto en persona. Sin embargo, los historiadores convienen en que hace muchos siglos vivió un dirigente romano llamado Julio César.

¿Cómo saben que esto es así? Los historiadores se basan en distintas fuentes: Libros escritos acerca de él y de sus hazañas, relatos sobre él que comenzaron a circular en el curso de su vida y que fueron transmitidos oralmente a generaciones posteriores, documentos, inscripciones y obras de arte que datan de esa época, así como los sucesos históricos que fueron el resultado de sus acciones y que afectaron los destinos de muchas personas en el curso de su vida. No nos cabe la menor duda, que Julio César existió. Todas las generaciones que aceptaron su existencia como un hecho no pueden haberse equivocado.
Consideremos ahora la autenticidad de los sucesos que se describen en la Torá. Tampoco en este caso hay una sola persona viva que pueda atestiguar haber visto a Abraham o a Moshé Rabenu, y no había cámaras de televisión que filmaran cómo se abrió en dos el Mar Rojo. Sin embargo, ello no significa que las personalidades y los sucesos que se describen en la Biblia sean mitos, tal como algunas personas afirman vehementemente. Con el paso del tiempo, se han acumulado más y más pruebas que respaldan los datos que figuran en la Torá.
Una razón para creer en ellos se basa en la lógica más simple. Nadie duda de que la Torá sea muy antigua. El descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto en 1947 así lo demostró. Estos rollos de la Torá habían permanecido en el mismo sitio desde la época del segundo Bet Hamikdash, durante un período de alrededor de 2000 años, lo cual demuestra que la Torá actual es la misma Torá de entonces.
Las personas que vivieron en la época en que fueron escritos los Rollos del Mar Muerto no estaban demasiado alejadas temporalmente de los acontecimientos descritos en el Tanaj. Ha transcurrido más tiempo desde los días de Julio César hasta nuestra época que entre el Éxodo de Egipto y la destrucción del segundo Bet Hamikdash. Si los judíos de entonces hubiesen tenido alguna razón para dudar de la existencia de Moshé, las dotes de mando de los Jueces o la existencia de los Reyes Judíos, indudablemente habrían considerado el Tanaj un fraude. ¿Habrían transmitido las primeras generaciones relatos de la Torá, especialmente aquéllos que tienen repercusiones negativas, como el pecado del Becerro de Oro o las derrotas sufridas en manos de los cananitas, si estos sucesos no hubiesen ocurrido? ¿Habría estas generaciones basado su religión en una historia inventada que podría haber sido fácilmente desmentida? ¿Habría los primeros judíos aceptado una Torá con tantas leyes difíciles si no hubiesen realmente experimentado la Revelación Divina en el Monte Sinaí o visto la separación del Mar Rojo? El hecho de que vivieran de acuerdo con la Torá y de que no desafiaran su historia da prueba de su veracidad. Pero probablemente, los descubrimientos arqueológicos del último siglo constituyan una prueba aún más convincente, por cuanto que en muchos casos, éstos confirman las aseveraciones formuladas en la Torá.

Los arqueólogos que trabajan en excavaciones en la zona del Oriente Medio, han descubierto numerosas ruinas, artículos e inscripciones antiguas que coinciden con los hechos mencionados en el Tanaj. Cabe recordar, que las obras de excavación continúan y que podrían producirse nuevos descubrimientos, que algunos hallazgos recientes en Siria no son revelados a los eruditos por razones políticas, y que el clima de Eretz Israel no ha sido muy propicio para la conservación de documentos y ruinas. Por consiguiente, hay muchos enigmas en los descubrimientos arqueológicos que se llevan a cabo en la zona mencionada en la Biblia. Sin embargo, lo que se ha descubierto es notable, a saber:

1. La Torá, en su descripción de la Creación, afirma que los organismos más pequeños y menos complejos fueron creados antes que los más complejos, y que las plantas y los organismos acuáticos precedieron a los animales. Esto fue escrito mucho antes de que existieran los geólogos. No obstante, dichas afirmaciones han sido ahora confirmadas.

2. Hay numerosas pruebas de que el Diluvio de Noaj (Noé) realmente ocurrió. Cabe destacar, que naciones muy distintas y separadas entre sí, y que no tenían modo alguno de comunicarse, han registrado relatos escritos casi idénticos acerca de un gran diluvio ocurrido hace mucho tiempo. Entre estas naciones se encuentran los babilonios (en cuya «Epica de Gilgamesh», descubierta alrededor del año 1900, se relata una historia acerca de un dios denominado Ea que ordenó a un hombre llamado Utnapishtim que construyese un barco para huir del diluvio con su familia y animales), (los chinos, según cuya tradición un hombre llamado lao construye el barco), (los indios, que dan el nombre de Satiavrata al constructor del barco), (y los mejicanos, que lo llaman Coxcox). Sería absurdo, afirmar que todos estos pueblos inventaron la misma historia sin fundamento alguno, si ésta no ocurrió en realidad. Esto es especialmente cierto si se tiene en cuenta el hecho de que todos los relatos ubican el diluvio en aproximadamente el mismo periodo de tiempo (hace unos 4000 años) y que las excavaciones demuestran que las poblaciones locales de Oriente Medio disminuyeron repentina y drásticamente precisamente en esa época.

Extraido de Lehavin Ulehaskil. Edit. Bnei Sholem
(Continuará)

TORA (V)

Metzuvé Veosé – El Que Está Obligado y Hace

Escribe Rabí Moshé Jaim Luzzato (el RaMJaL, 1707 – 1746) en su libro «Daat Tebunot» (cap. 138):»…antes de la entrega de la Torá, los hijos de Israel estaban preparados para servir a D’os y también cumplían algunas mitzvot sin que D’os las haya ordenado…, sin embargo, solamente sus acciones recibieron una fuerza espiritual determinada de manos del Creador, en el momento que recibieron la Torá en el Monte Sinai. ¿Qué es esta fuerza espiritual en el servicio a D’os? Es la diferencia que existe entre quien está obligado a hacer una mitzvá y la hace, y quien noestá obligado a hacer ese precepto y de todas maneras lo hace. Pues el que está obligado a realizar aquel precepto tiene el poder en su mano – entregado por D’os – para letakén (rectificar, corregir) mediante sus acciones todo lo que necesite ser «arreglado» en el mundo, a diferencia de quien no ha recibido aquella orden».

Una misma acción hecha por dos personas distintas o incluso por la misma persona en distintos momentos de su vida (antes de ser bar mitzvá y después de serlo), pueden parecer similares exteriormente, sin embargo, en la internalidad del precepto hay una gran diferencia entre ellas. Si un niño judío menor de trece años o un no judío se ponen los tefilín (filacterias), su acción no será más que el hecho de ponerse unas tiras de cuero con pergaminos escritos en la cabeza y en el brazo, pero cuando un judío mayor de edad se los pone, está cumpliendo con la mitzvá y todo lo que ella conlleva.

Sin embargo, sabemos que también el que cumple un precepto sin estar obligado a hacerlo, recibirá recompensa por su acción. De todas maneras, la recompensa del que está obligado es mayor, como dijo la Mishná: «Ben He He dice: De acuerdo al esfuerzo/sufrimiento es la recompensa» (Avot 5:24).

Los Baalé Hatosafot (Francia, s. XI – XIV) explicaron por qué es más grande la recompensa del que está obligado y hace, que la recompensa del que no está obligado a realizar ese precepto. Ellos explicaron que el que está obligado a hacer las mitzvot se preocupa todo el tiempo para anular su ietzer hará (impulso del mal), para no transgredir lo ordenado y hacer la voluntad del Creador; no así el que no está obligado: si desea no cumplir el precepto, no recibirá castigo por ello (Avodá Zará 3a).

Es por eso que debemos estar alegres y felices de haber sido ordenados en la Torá cumplir con las mitzvot. Es verdad que cualquier pueblo puede cumplir el precepto de amar al prójimo como a sí mismo o darle caridad al pobre, sin embargo, si un judío hace esto, su acción no solamente ayudó al otro, sino que ayudó a todo el mundo, pues como explicamos anteriormente, todo el mundo se eleva gracias a su acción.

Asimismo, cuando nos comportamos con musar (ética, moral) y tenemos kebod haberiot – es decir, respetamos a todo ser humano sin distinción, ya sea en nuestro hablar con él, ya sea cuando discutimos y expresamos nuestra opinión, ya sea en nuestras actitudes hacia él; nuestras acciones amén de tener un significado profundo para nosotros y para todo el que las observa, también son de gran provecho para todo el mundo.

Con mucha más razón, si hablamos de nuestra obligación legal de reparar económicamente cualquier daño que hayamos causado a nuestro prójimo, así como está escrito en muchas partes de la Torá y especialmente en la parashat Mishpatim en el libro de Shemot (Éxodo) a partir del capítulo 21. Todo esto está detalladamente legislado por Nuestros Sabios de la Mishná y el Talmud en los tratados del Seder Nezikín (daños).

Shemirat Halashón – El Cuidado de la Lengua

Otro punto muy importante a tomar en consideración en cuanto a la relación con los demás es el shemirat halashón (cuidado de la lengua). Muchas de las personas que piensan que es incorrecto dañar físicamente a alguien o empujar a alguien en el autobús, no ven como algo incorrecto hablar mal de otros. A menudo, cuando se les pregunta: «¿por qué habla mal de su prójimo?», contesta: «¿Qué tiene de malo lo que hago? ¿Acaso estoy dañándolo? Solamente estoy hablando de él.»Pero en realidad esto no es así. Muchas veces dañamos más con la palabra de lo que lo hacemos con las manos o con las armas. Mediante las manos solamente podemos golpear al que está al lado nuestro, pero con la palabra podemos golpear a cualquier persona, incluso al que está del otro lado del océano.

Una vez escuché acerca de alguien que vivía en su casa con su mujer, su hijo y su suegra. Con el correr de los días empezó a ocurrir algo extraño en la casa: faltaba dinero. Al comienzo el jefe de la familia y su esposa pensaron que perdían el dinero, pero con el tiempo entendieron que alguien lo tomaba. Se sentó el hombre a hablar con su mujer y pensaron quién podría ser el culpable de lo que estaba pasando. Pensó el marido en voz alta: «Yo, no soy. Tú (refiriéndose a su esposa), tampoco. No hay otra posibilidad: ¡es tu madre la que tomó todo el dinero!». Al comienzo, la mujer se mostró confundida pero finalmente estuvo de acuerdo con su marido. Era lógico! Se sentaron a hablar con la madre de ella explicándole la situación y le dijeron que por cuanto que ella tomaba el dinero la pondrían en un asilo para gente mayor. La señora sólo se limitó a negar su culpabilidad, y después de algunos días la señora murió. Algún tiempo después de su fallecimiento la mujer encontró a su marido golpeándose la cabeza y gritando: «¡asesino!, ¡asesino!». Su esposa le preguntó que pasaba y él le contesto que había encontrado a su hijo robándoles dinero…

Este es sólo un ejemplo de la vida real. No todos los casos tienen este desenlace, pero las cosas son mucho más graves de lo que suponemos. Avergonzamos, creamos problemas entre amigos o entre marido y mujer, complicamos económicamente a personas, e inclusive pisoteamos a gente, sólo con nuestra lengua.

No sólo debemos cuidarnos de no mentir. También está prohibido hablar de nuestro prójimo aunque lo que digamos sea la más estricta verdad. Esta idea es mucho más difícil de entender y no profundizaremos en ella en este artículo, pero la verdad es que la mayoría de las veces no prestamos atención a nuestras palabras y al agregar términos sin intención, la persona que nos escucha entiende una idea distinta de lo que en realidad es. No logramos ser objetivos incluso cuando pretendemos serlo.

Por supuesto que en casos de necesidad, está permitido hablar la verdad acerca de nuestro prójimo. Inclusive, en muchos casos, es una gran mitzvá hablar lo que sabemos del otro, pero todo esto debe ser aferrándonos a la más estricta objetividad.

Por ejemplo: si alguien nos preguntara qué opinamos de tal persona, le deberíamos responder: «¿para qué quieres saberlo?». Si la respuesta es: «No…, por nada…, solamente te lo pregunto porque me parece que es una persona muy irresponsable y quería saber tu opinión». En ese caso debemos abstenernos de responder, puesto que quien nos pregunta esto no obtendrá ningún beneficio de nuestra respuesta. Él sólo quiere hablar por hablar.

Sin embargo si la respuesta a nuestra pregunta es: «Te lo pregunto porque estaba interesado en formar una sociedad con él y quería saber si me convendría hacerlo o no». En ese caso, por supuesto que debemos contar todo lo que sabemos, pero prestando la debida atención, como para no agregar ninguna palabra innecesaria. Por ejemplo, si sabemos que en su trabajo es una persona responsable, estará prohibido hablar sobre su vida personal. Todo esto, como dijimos anteriormente, sin agregar adjetivos que cambien el sentido de la oración. Debemos tratar de darle a nuestras palabras la mayor objetividad posible.

Asimismo, muchas veces encontramos personas que hablan mal de otros en forma de broma y cuando se les pregunta por qué están hablando así, contestan que sólo están bromeando. Sin embargo, está claro que esto también está prohibido.

Otras veces, quien está hablando no llama por su nombre a la víctima de la cual está hablando, sin embargo, todos los oyentes saben a quién se está refiriendo, y esto también está prohibido.

También encontramos que al preguntarle a alguien sobre Reubén y contesta: «¡no me hablen de Reubén que no quiero contarles lo que ocurrió con él!», a pesar de que en realidad no contó nada, él insinuó que tiene algo malo para hablar de Reubén, y esto también esta prohibido.

Hay veces que está prohibido hacer expresiones o ademanes que insinúen algo malo. Por ejemplo: si recibimos una carta de alguien y está llena de errores de ortografía, está prohibido mostrarle la carta a alguien que no necesita leerla, puesto que de esta manera el que leerá la carta se dará cuenta de la ignorancia del que la escribió.

Hay muchos otros ejemplos para recordar, pero con estos alcanza para tener una ideageneral de la gravedad del asunto.

Todo lo que detallamos aquí está prohibido incluso cuando hablamos la verdad, pero la cosa es aún más grave cuando lo que contamos no es verdad. Sólo para satisfacer nuestro rencor y los deseos de venganza que alberga nuestro corazón, estamos dispuestos a agregar adjetivos calificativos a nuestro relato, para darles un tono más parecido a lo que queremos que se entienda de él y no a lo que en realidad fue.

No debemos dejarnos llevar por la gente que nos rodea. Muchas veces cuando escuchamos hablar mal de alguien, no nos metemos en la conversación, únicamente, para no ser considerados «tontos». Otras veces, inclusive, agregamos comentarios para quedar bien a los ojos de aquellos hombres que están hablando mal.

La prohibición no se limita a hablar. Nuestros Sabios nos enseñan que los damnificados son tres: el que cuenta, el que se cuenta de él y el más damnificado de todos: el que acepta lo que se le está contando como si fuera la verdad.

Sin embargo, hay algo que está permitido. Si alguien nos cuenta algo malo de Reubén está prohibido creerlo, pero está permitido desconfiar. Por ejemplo: si viene alguien y me dice que Reubén tiene malos modales, mi comportamiento debe ser el siguiente: está permitido que yo me aleje o aleje a mi familia de Reubén – pues mi obligación es tratar de educar a mi familia de la mejor manera posible – pero me está prohibido creer lo que se me contó de él. Debo pensar que no es verdad nada de lo que escuché y debo amar a Reubén como a cualquier otro judío, sin embargo desconfiar está permitido y es bueno hacerlo. Es difícil hacer esto, y a pesar de que aparentemente nos contradecimos, no es así.

Debemos estar felices de que tenemos muchas cosas por cambiar. Quien no encuentra motivos para realizar cambios en su vida se asemeja a alguien que está en sus últimos días de vida; ya no tiene motivos para vivir. Vivir es cambiar, es decir, mejorar todo el tiempo.

Si tan sólo nos cuidáramos de no transgredir está mitzvátan importante, seguro contribuiríamos a acrecentar la paz y el amor entre los seres humanos y aún más, por cuanto que pertenecemos al pueblo de Israel y estamos dentro de la categoría de los que fuimos ordenados cumplir las ordenanzas de D’os, estaríamos rectificando muchas cosas que necesitan ser reparadas para volver el mundo a lo que su Creador siempre quiso que sea. Es por eso que no nos equivocamos si decimos que nuestro prójimo es una gran mitzvá.

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LA TORA (IV)

La Importancia de Todas las Mitzvot
Es importante que el ser humano se comunique con su Creador mediante el cumplimiento de Sus ordenanzas. Debemos desarrollarnos en todos los campos posibles. Puesto que estamos compuestos de cuerpo y alma, debemos tratar de alimentar a nuestro espíritu de la misma manera que alimentamos a nuestro cuerpo.

Mediante el cumplimiento de estas mitzvot que relacionan a la persona con D’os nos santificamos. Esta santificación incluye al alma y como consecuencia de esto, el alma se eleva y tiene la fuerza de elevar con ella al cuerpo de su estado meramente material.

En general todas las mitzvot tienen el poder para conectar nuestra alma con D’os, pero especialmente, las mitzvot shebén adam laMakom (que relacionan al hombre con D’os), son las que contribuirán a nuestra elevación espiritual en algunos aspectos que las mitzvot shebén adam lajaberó (que regulan la relación del hombre con su prójimo) no tienen lugar. Cada mitzvá está relacionada con una parte de nuestro mundo espiritual y contribuye a perfeccionar esa parte en particular. Es por eso, que de ninguna manera debemos dejar de lado estos preceptos.

Por otro lado, no es necesario extenderse en la explicación del por qué de los preceptos que relacionan a los hombres entre sí, pues a pesar de que tienen significados muy profundos, cualquier persona comprenderá fácilmente la importancia de estos, inclusive bajo una perspectiva superficial.

Una Relación Evidente


Un ejemplo claro de la relación que existe entre las mitzvot shebén adam laMakom y shebén adam lajaberó lo enseña Rabenu Asher Ben Iejiel (el RoSH, 1250 – 1327) en su comentario a la Torá, citando las palabras del Midrash Pesiktá Rabatí. Antes de traer la explicación recordemos nuevamente la forma de los Diez Mandamientos:

1) La creencia en D’os. 6) No asesinar.

2) La prohibición de la idolatría. 7) No cometer adulterio.

3) No jurar en vano. 8) No robar.

4) Cuidar el shabat 9) No prestar falso testimonio.

5) Honrar a los padres. 10) No codiciar.

Él dice que el mandamiento de la creencia en D’os está enfrentado – gráficamente hablando – a la prohibición de asesinar, porque quien mata a otra persona es como si de alguna manera estaría disminuyendo la Presencia Divina sobre la tierra, pues en cada ser humano está la Imagen de D’os.

Así también quien adora a otros dioses se asemeja a una mujer que comete adulterio yéndose con otro hombre en lugar de su marido. Por otro lado todo el que roba, finalmente llegará a jurar por el nombre de D’os en vano, pues cuando sospechen de él, querrá jurar que es inocente.

Asimismo, quien profana el día de shabat es como si estuviera atestiguando falsamente sobre el Creador. Es como si diría que D’os no descansó en el día séptimo después de haber creado el mundo.

Por último encontramos la prohibición de codiciar, enfrentada con la mitzvá de honrar al padre y a la madre, pues quien codicie a la mujer de su prójimo finalmente hará que ella – estando aún casada con su marido – conciba un hijo de una relación prohibida llamado en hebreo mamzer y éste no sabrá quién es su padre verdadero ya que su madre no querrá contar su pecado, y ese hijo no podrá cumplir la mitzvá de honrar a su verdadero padre.

Es por eso que no debemos menospreciar nuestro mundo espiritual, pensando que no contribuimos al mundo que nos rodea cuando cumplimos preceptos que, aparentemente, no mejoran nuestro comportamiento respecto de nuestro prójimo. Esa idea es totalmente errónea y está basada en la ignorancia únicamente, pues también el cumplir mitzvot que tienen que ver con el Creador y no con las personas, hacen de nosotros seres muchos más éticos y morales en nuestro comportamiento con los demás. Tómese como ejemplo de esta idea, la mitzváde comer carne de animales que solamente hayan sido matados de acuerdo con las leyes de la shejitá (la forma kasher de matar al animal).

A pesar de que no sabemos todos los motivos por los cuales D’os nos ordenó este precepto, por lo menos entendemos que D’os quiso que no matemos a los animales que necesitamos para el consumo, de una manera cruel e inhumana. D’os quiere que, en caso de necesidad, matemos a los animales con misericordia, tratando de provocarles el menor sufrimiento posible. Evidentemente, quien se detenga a pensar sólo algunos instantes en esto, sentirá la sensación de que él debe mejorar su trato con los otros.

Por otro lado, la persona no debe decir: «yo cumpliré solamente los preceptos que me relacionan con D’os pues Él es el Creador de todo, Él es perfecto y a Él le debo toda mi vida, y es por eso que es una pérdida de tiempo dedicarme a mejorar mi relación con el resto de las personas». Esta afirmación no tiene ningún sentido. De momento que D’os nos creó en un marco social, es infantil pensar que aislarse de él, es lo que D’os quiere de nosotros. D’os quiere que logremos mejorarnos a nosotros mismos y así mejorar el mundo que nos rodea.

Para cumplir de la mejor manera los preceptos que nos relacionan con nuestros semejantes, es preciso aceptar que D’os está sobre nosotros mediante el cumplimiento de las mitzvot que nos relacionan con D’os, pues desgraciadamente ya vivenciamos que a lo largo de la historia han surgido grupos y movimientos que enarbolaron las banderas de la justicia social y la igualdad, pero terminaron cometiendo las más grandes atrocidades. ¿Y todo por qué? Porque se apoyaron únicamente en su intelecto, creyendo que lo que era bueno a sus ojos, era la verdad.

Pero nosotros, el pueblo de Israel, no pensamos de esa manera. Nosotros consideramos que por cuanto que D’os es la fuente de la sabiduría, Él es Quién nos debe ordenar cómo comportarnos en nuestra relación con los demás. Él nos creó a todos y sabe mejor que nadie de qué manera la convivencia es mejor para nosotros.

TORA (III)

Las Mitzvot y Los Diez Mandamientos
Las mitzvot (preceptos) de la Torá son 613, como es sabido. Esto no significa que solamente hay en la Torá 613 leyes, sino que el número total de conjuntos de leyes es 613. Vemos en el Talmud y en el resto de la literatura exegética que a las mitzvot se las puede dividir en varias categorías.

a) Mitzvot asé y mitzvot lo taasé

Las mitzvot asé son las que se cumplen mediante la ejecución, como ser: amar al prójimo como a sí mismo, recitar el shemá Israel dos veces al día: una por la mañana y otra por la noche, creer que D’os es único, etc. Es decir que para cumplir estos preceptos la persona debe hacer algo.

Las mitzvot lo taasé son las que se cumplen mediante la no ejecución de una prohibición, como ser: no robar, no mentir, no codiciar. Es decir que para cumplir estos preceptos la persona debe abstenerse de hacer algo.

b) Mitzvot halev, mitzvot halashón y mitzvot hamaasé

Las mitzvot halev son las que se cumplen mediante el corazón, es decir, el pensamiento; por ejemplo: creer que existe un D’os. Las mitzvot halashón son las que se cumplen mediante la lengua, es decir, el habla; por ejemplo: no hablar mal del prójimo. Por último, las mitzvot hamaasé son las que se cumplen mediante la acción; por ejemplo: honrar a los padres. (Véase el comentario de Rabí Abraham ibn Ezrá, 1102 – 1167, sobre los Diez mandamientos).

c) Mitzvot shebén adam laMakom y mitzvot shebén adam lajaberó

Las mitzvot shebén adam laMakom son las que relacionan al hombre con su Creador, así como lo indica su nombre; por ejemplo: No cometer idolatría. Las mitzvot shebén adam lajaberó son las que regulan la relación del hombre con su prójimo.

Es interesante notar que de estas tres posibles formas de clasificación de las mitzvot, la que más resalta en la Torá es ésta última.

En los Diez Mandamientos está incluida toda la Torá, así como explicó Rabí Ieshaiahu Horovitz (1556 – 1630) en su libro «Shené Lujot Haberit», que dice que en todo el Decálogo hay 620 letras, así como el número de mitzvot de la Torá (613), más el número de mitzvot que decretaron Nuestros Sabios (7).

Precisamente en el Decálogo aparece claramente la división de las mitzvot en estas dos clases: las que relacionan al hombre con su Creador y las que lo relacionan con su prójimo.

Como es sabido, los Diez Mandamientos estaban escritos en dos tablas de piedra de tal forma, que cinco de ellos estaban en una tabla y los otros cinco en la otra, de
la siguiente manera:

1) La creencia en D’os. 6) No asesinar.
2) La prohibición de la idolatría 7) No cometer adulterio.
3) No jurar en vano. 8) No robar.
4) Cuidar el shabat 9) No prestar falso testimonio.
5) Honrar a los padres. 10) No codiciar

Vemos claramente que los últimos cinco mandamientos (que estaban en la segunda tabla) tienen un denominador común: todos pertenecen a la categoría de las mitzvot que relacionan al hombre con su prójimo. Los primeros cuatro mandamientos (que estaban en la primer tabla) pertenecen a la categoría de mitzvot que relacionan al hombre con su Creador.

Sin embargo no se entiende por qué el quinto mandamiento (honrar a los padres) está en la primer tabla. Aparentemente, este es un mandamiento que relaciona al hombre con sus semejantes – en este caso sus padres – y debería estar situado en la segunda tabla junto con el resto de los mandamientos que pertenecen a esa categoría.

A esta pregunta contesta Rabí Shelomó Efráim Lunshitz (1550 – 1619) en su comentario «Kelí Iakar», diciendo que en realidad la mitzvá de honrar a los padres también relaciona al hombre con D’os, puesto que en el Talmud (kidushín 30b) estudiamos que el ser humano fue creado por tres «socios»: D’os, su padre y su madre. Si la persona debe honrar a sus padres incluso por el único motivo de que pusieron algo de ellos para darle un cuerpo (que es la parte más baja del ser humano), con mucha más razón la persona honrará a D’os que le dio la parte más importante de su ser, el alma.

Por supuesto que no es casualidad que D’os haya querido entregarle al pueblo de Israel de esta manera los Diez Mandamientos. Hay una intención intrínseca en este orden y se puede ver claramente. Debemos trabajar sobre nosotros para lograr llegar a la perfección tanto en el campo de lo espiritual como en el terreno de las relaciones con nuestros semejantes.

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LA TORÁ (II)

¿Qué Es Realmente La Torá?
Realmente para contestar a esta pregunta debemos explicar cuál es la raíz hebraica de la palabra Torá. Dice el Zohar que la palabra Torá viene del vocablo horaá que significa enseñanza. La Torá no sólo es un libro que tiene como finalidad compilar todas las leyes que el judío debe cumplir para hacer la voluntad de D’os, sino que más bien es un libro de enseñanzas que se pueden dividir en dos grupos:

* Leyes que están explícitamente escritas en la Torá

Estas leyes incluyen los más variados temas y tienen el carácter de obligatorias. Sobre esta categoría nos referiremos en extenso más adelante.

*Leyes que no están explícitamente escritas en la Torá, pero que se aprenden de los distintos relatos bíblicos

En esta clase de leyes se pueden hacer tres diferenciaciones, a saber:

a)En muchas oportunidades Nuestros Sabios, de bendita memoria, nos han explicado la verdadera intencionalidad de la Torá escrita basados en la Torá Oral (explicación e interpretación de la Torá escrita, recibida también por Moshé Rabenu en el Monte Sinai), y estas leyes tienen el carácter de obligatorias así como si estuviesen escritas explícitamente en el texto de la Torá.

b)Otras veces ellos decretaron leyes basadas en distintos textos de la Torá, siendo también estas leyes obligatorias.

c)Por último, hay textos enteros de los cuales no se aprende ninguna ley. De ellos podemos aprender lo que D’os quiere de nosotros en el marco de lo musarí (ético) y cómo quiere que veamos y entendamos al mundo que Él creó. Esto se llama en hebreo hashkafá (visión, contemplación). La persona que transgrede todas las enseñanzas que pertenecen a esta categoría y no rige su vida basado en ellas, no se hace pasible a castigo alguno – judicialmente hablando – pero por supuesto que esa persona está muy distante de ser un judío íntegro y aún más, puede llegar a convertirse en un naval birshut haTorá (infame con el «permiso» de la Torá) – puesto que de hecho, él no viola ninguna prohibición por la cual una corte rabínica puede condenarlo.

Todo esto que explicamos aquí pertenece al marco del peshat (literalidad del texto de la Torá), pero mediante el estudio de la kabalá (mística) se pueden aprender muchos y grandes secretos de la Torá que hablan sobre la creación del mundo y sobre la Divinidad, bendito sea Él. Nosotros en este texto sólo nos introduciremos en el primer camino para entender la Torá, por supuesto, sin negar el segundo.

LA TORÁ (I)

Generalmente cuando vemos escrito algún artículo sobre judaísmo, inmediatamente aparece el nombre del libro básico de nuestro pueblo: la Torá. En muchos artículos se denominó a la Torá como «la Ley», sin embargo nuestra Sagrada Torá es mucho más que eso.

Si analizáramos los cinco libros de la Torá en conjunto, veríamos que en realidad hay una diferencia notable entre cada uno de ellos.

En el libro de Bereshit (Génesis) se nos relata la historia de la creación del mundo y las primeras generaciones de la humanidad a partir del primer hombre y su mujer: Adam y Javá (Adán y Eva). Luego continúa el relato de la vida de los patriarcas del pueblo de Israel: Abraham, su hijo Itzjak y su nieto Iaacov, hijo de Itzjak. Este libro finaliza contando la historia de Iosef, hijo de Iaacov, y sus hermanos, que antecedió al descenso de toda la familia a la tierra de Egipto.

En el segundo libro, el libro de Shemot (Éxodo), se nos relata la muerte de aquella generación que descendió a la tierra de Egipto y la esclavitud que soportó la nueva generación. Después de las diez plagas que cayeron sobre los egipcios, Moshé Rabenu libera al pueblo de Israel y lo conduce hasta el Monte Sinai, donde recibimos la Torá de manos de D’os. Finalmente el pueblo fue ordenado construir el Mishkán (Tabernáculo) para que la Presencia Divina se manifieste en él.

En el libro de Vaikrá (Levítico) se enseñan las leyes de los sacrificios y de los sacerdotes, entre otros temas.

En el cuarto libro de la Torá – Bamidvar (Números), es relatado el desplazamiento de los hijos de Israel a través del desierto, el pecado de los espías que exploraron la tierra de Israel, el pecado de los hombres mayores de veinte años y el decreto Divino de que mueran en el desierto y que sólo la nueva generación entre a la tierra. Finalmente se relata el comienzo de la conquista y la repartición de la tierra (en este caso, las tierras de la Transjordania).

En el libro de Devarim (Deuteronomio), el quinto y último libro de la Torá, vemos cómo Moshé instruye al pueblo antes de su muerte. Moshé le recuerda al pueblo de Israel su historia como nación y también les da nuevas mitzvot (preceptos) para cumplir.

Después de tener una visión global de lo relatado en la Torá se nos hace muy difícil traducir a la «Torá» como: la «Ley». Es verdad que dentro de los relatos históricos de la Torá muchas veces encontramos mitzvot, sin embargo hay grandes partes de la Torá que no contienen ningún precepto. Aún más, en todo el libro de Bereshit, que es el relato del comienzo del mundo, de la humanidad en general y del pueblo de Israel en particular, sólo encontramos alguna que otra mitzvá.

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