Parashá Shavua: Sheminí (Octavo). Shabat 20 de Adar II 5771 (26 de Marzo 2011).Shabat Pará. Pará Adumá

En el Shabbat posterior a Purim se saca un segundo sefer Torá, para leer en Bemidbar 19:1 (hasta el pasuk 22) la mitzvá de la «pará adumá» – (vaca roja).
En el comienzo leemos:

«Entonces Hashem habló a Moshé [Moisés] y a Aarón, diciendo que éste es el estatuto de la ley que Hashem ha mandado diciendo: »Di a los hijos de Israel que te traigan una vaca roja, sin defecto, en la cual no haya mancha y sobre la cual nunca haya sido puesto yugo.» (Bemidbar / Números 19:1,2)

Esta mitzvá es el más claro ejemplo de un «jok», un decreto de la Torá que no está basado en el razonamiento humano, sino en la lógica de D-os. (Los mishpatim son los mandamientos que pueden ser captados por nuestro entendimiento limitado).

Los jukim deben ser hechos por la simple causa que Hashem así lo ordenó.

¿De qué se trata el jok de Pará Adumá?
En épocas del Mikdash las personas debían estar en estado de pureza para poder ofrecer los korbanot o concurrir al Templo. Los cadáveres, de acuerdo a lo que indica la Torá, impurifican. Por lo cual es necesario un proceso de purificación, para este tipo específico de impureza se logra a través de un ritual que incluye las cenizas de la «vaca perfectamente roja», que fuera degollada e incinerada.

Fue ordenada la lectura especial de parashat Pará para esta época del año, para que los judíos que se aprestaban para peregrinar a Ierushalaim en Pesaj estuvieron en estado de pureza ritual, y pudieran ofrecer los korbanot del jag, especialmente: korbán Pesaj.

Otra razón tiene que ver con un concepto de la Haftará:

«Entonces esparciré sobre vosotros agua pura, y seréis purificados de todas vuestras impurezas. Os purificaré de todos vuestros ídolos.» (Iejezkel / Ezequiel 36:25)

que vincula la purificación con la teshuvá, el retorno a D-os.
Una de las razones para este vínculo, puede ser que la vista de una persona exánime (y cuyo contacto nos trasmite impureza) presenta «vivamente» la idea de que la vida es digna de ser vivida a plenitud, dejando de lado las cosas que pueden ser perjudiciales, porque, todas las personas tenemos un final, y luego, no podemos mejorarnos.

Aprendiendo de este mensaje, se puede llegar puro y en óptimo estado a celebrar nuestra Liberación en Pesaj.

Como con todas las Arbá parshiot (Sheklim, Zajor, Pará, HaJodesh) ni los menores de bar mitzvá, ni tampoco los jóvenes que la celebran ese día, pueden ser llamados a su lectura.

http://serjudio.com/

El significado de la Pará Adumá

La tercera de las cuatro lecturas especiales de la Torá, Parshat Pará —la sección que enumera las leyes de la Vaca Roja—, se lee en el Shabat inmediatamente anterior al Shabat [en que se lee] Parshat HaJodesh. Así, si Rosh Jodesh Nisán coincide con Shabat [en cuyo caso se lee entonces HaJodesh], Parshat Pará se lee en el último Shabat del mes de Adar. Si Rosh Jodesh Nisán acaece en día de semana [en cuyo caso se lee Parshat HaJodesh el último Shabat del mes de Adar], Parshat Pará se lee el Shabat previo al último Shabat del mes de Adar.

En Shabat Parshat Pará se extraen del Arca dos Rollos de la Torá. Siete personas son llamadas para la lectura de la sección regular del primer Rollo, y luego, el maftir lee Parshat Pará [de la sección de Jukat (Números 19:1-17)] del segundo Rollo.
Según algunas autoridades halájicas, la lectura de Parshat Pará es un requerimiento bíblico, y por lo tanto somos más estrictos en todo lo que respecta a su lectura. Así, se acostumbra no llamar a un menor [de trece años] para que lea el maftir, pues como aún no está obligado a cumplir rnitzvot, no puede liberar de su obligación a aquellos que sí lo están.
La razón por la cual se estableció leer Parshat Pará antes del mes de Nisán es recordar a quienes se habían vuelto ritualmente impuros por el contacto con un cadáver, que se purificaran para poder ofrecer el sacrificio de Pesaj en el momento adecuado.
La lectura se fijó con suficiente antelación a Pesaj para que incluso los que vivían lejos de Jerusalén [y comenzaban su peregrinación en Rosh Jodesh Nisán] recordaran que si se habían vuelto impuros necesitarían purificarse con las cenizas de la pará adumá (Vaca Roja), proceso que requería de al menos ocho días y que era condición necesaria para poder ingresar en el Gran Templo y comer de los sacrificios; caso contrario, deberían esperar hasta Pesaj Shení —el 14 de Iyar— para traer la ofrenda de Pesaj.
El Talmud Ierushalmí expresa (Meguilá 3:5): Correspondería leer Parshat HaJodesh antes de Parshat Pará, puesto que el Tabernáculo fue erigido el primero de Nisán, mientras que la pará adumá fue preparada por primera vez en el segundo día de Nisán. No obstante, leemos primero Parshat Pará, ya que trata de la purificación del pueblo de Israel, lo cual le permite traer el sacrificio de Pesaj en el momento adecuado [y no postergarlo hasta Pesaj Shení].
En los libros sagrados está escrito que los días previos a Pesaj son propicios para que la persona alcance un alto grado de pureza (tanto en sus pensamientos, palabras, como acciones], al igual que el pueblo se ocupaba de estar puro antes de ofrecer el sacrificio de Pesaj en la época del Gran Templo, y como lo hace actualmente por medio del estudio de Parshat Pará.

LA PARÁ ADUMÁ

La Torá exige el uso de las cenizas de la pará adumá sólo para aquellos que se han vuelto impuros por haber estado en contacto con un cadáver. Todo aquel que se ha impurificado por medio de otras fuentes, se purifica con los métodos correspondientes especificados en la Torá, mas no a través de estas cenizas.

Esta mitzvá fue entregada a Israel en Rosh Jodesh Nisán, en el segundo año luego de haber salido de Egipto —día en que el Tabernáculo fue erigido y puesto en uso por primera vez—. Además, esta mitzvá también fue dada para servir como medio de expiación por el incidente del becerro de oro.
Cuando Di-s Se reconcilió con el pueblo de Israel y ordenó construir el Tabernáculo para que El pudiera morar entre ellos, les entregó esta mitzvá para que eliminaran todo rastro de impureza e idolatría que había quedado impregnado en ellos luego de este episodio. De esta forma, las cenizas de la Vaca Roja también logran la purificación por el grave pecado de idolatría —Avodá Zará, que confiere el mismo grado de impureza ritual que el contacto con los muertos— para que no quede ninguna huella de él en el alma del judío.
Desde el momento en que esta mitzvá fue dada por primera vez hasta la destrucción del segundo Beit HaMikdash, hubo nueve vacas rojas. La primera fue preparada por Moshé y sus cenizas se utilizaron durante todo el período en que existió el primer Beit HaMikdash. Luego sólo sobró una pequeña cantidad que fue conservada como recuerdo. La segunda pará adumá fue preparada por Ezrá el Escriba, y las siguientes siete se hicieron durante los años comprendidos entre Ezrá y la destrucción del segundo Beit HaMikdash. Pero la décima y última será preparada por el Rey Mashíaj, que llegue pronto en nuestros días.

JUKIM: ENTENDER O NO ENTENDER

Muchas de las mitzvot de la Torá son llamadas jukím (decretos) —leyes para las cuales no hay una explicación racional aparente—. Sus motivos, así como también los significados místicos que éstas encierran, fueron revelados a los grandes Sabios de cada generación desde Moshé. No obstante, respecto de la pará adumá, el versículo declara (Números 19:2): Este es e/decreto de/a Tord; es decir, esta ley específica difiere de todas las demás, pues su explicación y significado perduran ocultos.

La esencia misma de la pará adumá parece señalar una contradicción que está más allá de nuestra capacidad para descifrarla. Nuestros Sabios enseñaron: Todos los involucrados en la preparación de la pará adumá —en cualquiera de sus etapas— se vuelven ritualmente impuros, ¡pero la pará adumá misma purifica a las personas! [Ello parecería ilógico, pues si la vaca roja purifica, ¿por qué los involucrados en su preparación se impurifican?] Di-s dijo: “Una ley he fijado, un estatuto he decretado, y no estás autorizado a ponerla en tela de juicio!” (Ialkut Shimoni, Jukát 759).
Todo esto procuré alcanzar/o a través de la sabiduría. Pensé que lo comprendería, pero esta muy lejos de mí (Eclesiastés 7:23). El Rey Salomón dijo: “Alcancé el nivel de comprender toda la Torá, pero esta sección de la pará adumá, por más que me esforcé, procuré interpretarla, investigué e indagué acerca de ella, Pensé que lo comprendería, pero está muy lejos de mí” (Ialkut Shimoni, ibíd.).
Y traerán a ti una pará adumá (Números 19:2) . Di-s dijo a Moshé: “A ti te he de revelar el motivo, pero para los demás será considerado un estatuto” (Ialkut Shimoní, ibíd.).

LA ACTITUD DIFERENTE DE ISRAEL

Venid y ved cómo el pueblo de Israel se diferencia de las demás naciones del mundo. Aquellas elogian una rnitzvá cuando comprenden su significado, mas si no, la desprecian. En todo caso, ellas no aceptan sobre sí la obligación de las mitzvot ni su observancia. Estas naciones, y el Satán, se mofan de Israel particularmente respecto de la mitzvá de pará adumá, diciendo: “¿Qué es esta mitzvá y cuál es su significado?”.

Pero la actitud de los judíos es diferente. Ellos aceptan el yugo de las mitzvot comprendan o no su significado, y muestran especialmente un gran aprecio por aquellas mitzvot cuyo motivo no ha sido aclarado y sólo son decreto Divino.
El pueblo de Israel muestra humildad frente a los decretos de Di-s y no busca comprender los significados que estos encierran. Incluso aquellos preceptos que parecen contradecir la razón humana les resultan preciados; se mantienen fieles a ellos pese a no comprender sus secretos, y siguen a Di-s solamente en virtud de su fe. Además, aun aquellas mitzvot cuyas razones sí comprenden, las cumplen sólo porque constituyen la voluntad de Di-s.
Gracias a esto el pueblo de Israel se hace merecedor de la pureza que desciende sobre éste desde el Cielo y que purifica sus cuerpos, sus espíritus y sus almas, convirtiéndose en una creación nueva capaz de trascender los límites naturales que para otros constituyen una restricción. Así como ellos anulan su propia naturaleza y razón frente a la voluntad de Di-s, El también anula los límites de la naturaleza en su favor, elevándolos a las alturas y grabando en ellos un espíritu de pureza y santidad más allá del entendimiento humano.

http://www.jabad.org.ar/

Parashá Shavua: Sheminí (Octavo). Shabat 20 de Adar II 5771 (26 de Marzo 2011).Shabat Pará. Estudiando 2 pesukim (versículos) sobresalientes

Sheminí XI,3
3 – TODO AQUEL QUE ES DE PEZUÑA (QUE TIENE HENDIDAS LAS PEZUÑAS) Y QUE RUMIA, ENTRE LOS ANIMALES, ESE PODREIS COMER.

3 – TODO AQUEL QUE ES DE PEZUÑA Y QUE RUMIA. Las dos características mencionadas aquí son las señales de los animales permitidos, pero no indican el motivo de la autorización.

Don L Abarbanel emite la teoría de que los animales rumiantes no poseen aparato dentario que les permita triturar y masticar huesos. Además, se alimentan de vegetales y no tienen el carácter feroz de las bestias salvajes. Y el hecho de que sus cascos hendidos están desprovistos de garras los vuelve pacíficos e inofensivos.
Rabí S.R. Hirsch explica en un sentido análogo: «Dos acciones son esenciales para la vida del animal: la búsqueda del alimento y la defensa de la vida. Estas dos acciones son igualmente indispensables para la vida del ser humano. Pero el ideal judío las subordina a un fin espiritual. Esta es la razón por la cual la Toráh elimina todos los animales que poseen los órganos reservados a estas dos funciones bajo la forma más señalada: las garras de la bestia feroz y el estómago capaz de asimilar sin distinción todo alimento engullido apresuradamente. Los rumiantes con pezuñas en las patas no conocen estos órganos de rudeza y violencia. Una gran lección se desprende así de esta ley que, en su simplicidad y grandeza, ha contribuido sin ninguna duda a formar el carácter específico de Israel».

ESE PODREIS COMER. Rashí subraya el carácter imperativo de estas palabras. El mandamiento de comer carne de tales animales puede parecer sorprendente a los adeptos al vegetarianismo. Entre los pensadores judíos, esta doctrina ha sido defendida por Rabí Yoséf Albo en su libro «Ikarím (III,15). El recuerda que en los orígenes de la humanidad, el consumo de carne estaba prohibido, y que únicamente los vegetales se destinaban al alimento de las criaturas (Gén. I,29). La matanza de víctimas inocentes comporta, en efecto, un acto de crueldad y de brutalidad susceptible de despertar malos instintos. La carne de los animales declarados, en consecuencia, impuros suscita además efectos nocivos sobre las disposiciones naturales de los hombres. Este es el motivo por el cual el consumo de cualquier clase de carne haya sido prohibido, aun cuando el de los animales puros sea un elemento nutritivo sano y útil. La licencia otorgada ulteriormente a Nóaj y a sus descendientes (Gén. IX,3) estuvo motivada por la necesidad de corregir el error generalizado que había conducido a la Humanidad al desastre del Diluvio. Los hombres creyeron, en efecto, que la prohibición de la carne se basaba en el hecho de la igualdad, en el seno de la creación, de los puestos respectivos que ocupan el ser humano y el animal. De esta creencia extrajeron la conclusión de que el hombre no es más responsable de sus actos que el animal de los suyos, y esta doctrina desembocó en la degeneración completa de las costumbres. La prohibición concerniente a la carne fue pues levantada después del diluvio, si bien los hombres tomaron conciencia en lo adelante de su superioridad sobre el mundo animal y de su grado de responsabilidad acrecentada con respecto a los animales. Sin embargo, cuando fue promulgada la Toráh, dejó en pie la prohibición de los animales impuros, y no permitió la carne de los animales puros más que para apaciguar los apetitos, como lo precisa en Deut. XII,21 y como lo señala el Talmúd (Tratado Julín 84a). Vista la cuestión desde esta perspectiva, la autorización concerniente a la carne aparece como una simple concesión a los deseos de los seres humanos.

En contradicción con estos puntos de vista, los autores cabalistas incluyen el alimento animal en su perspectiva general de la cosmología. Este forma parte de los elementos, gracias a los cuales se efectúa el ascenso de los factores de la creación, desde el grado o escala inferior de la materia hasta las cimas del espítitu.

Hemos descrito este proceso bajo la autoridad de Rabí Moshé Cordobero, en nuestro Com. Gén. IX, 3. El Malbím aunque es un pensador racionalista, comparte esta concepción (Gén. ibíd.). Según el punto de vista, la matanza de animales con el fin de consumir su carne aparece como «un perjuicio que produce un beneficio (Lajóv «al menát lizjót). Igual opinión expresa Najmánides en Igueret HaKodesh

44 – PORQUE YO SOY ADON_I, VUESTRO DI_S; POR ESO MISMO OS SANTIFICAREIS, Y SEREIS SANTOS, PORQUE YO SOY SANTO; Y NO HABEIS DE CONTAMINAROS CON NINGUNA CLASE DE ANIMALEJOS QUE ANDAN ARRASTRANDOSE SOBRE LA TIERRA.

44 – POR ESO MISMO OS SANTIFICAREIS. La búsqueda de una vida santa, a nivel del individuo y de la Nación, aparece aquí, lo mismo que en Deuteronomio (XIV, 1-2-21) como el motivo fundamental de las leyes alimentarias. Hemos hecho resaltar, en nuestras explicaciones, al comienzo de este capítulo, que estas leyes crean una predisposición del alma a una existencia sana, moralmente pura e impregnada de una alta espiritualidad, lo cual hace al hombre, apto para recibir el espíritu profético, (rúaj hakódesh). El respeto de las leyes alimentabas constituye una vía esencial hacia una vida sublimada por el ideal de la santidad. Tal es la conclusión que el final de nuestro capítulo viene a poner de relieve.

Y SEREIS SANTOS. Estas palabras no son un imperativo, pero significan la promesa Divina, dirigida a aquéllos que aportan el esfuerzo exigido, con vistas a la santificación de su vida. Este esfuerzo será coronado por el Eterno. Tal es la interpretación dada por nuestros Sabios al Tratado Talmúdico Yomá 39a. El esfuerzo de santificación emprendido por el hombre, aunque sea de poca envergadura, será completado por el Cielo y recompensado en el mundo del más allá. Esta concepción corresponde al adagio: Ayúdate, que el Cielo te ayudará, y representa lo contrario de las doctrinas no-judías que proclaman que la salvación del alma depende de la gracia. Al hombre corresponde, responde la verdad judía, elevarse hacia el ideal de sus propias fuerzas. El Eterno colmará entonces sus esfuerzos y lo ayudará a alcanzar sus objetivos supremos.

Los Sabios no dejan, es cierto, de ponderar la contrapartida con respecto a aquéllos que toman el camino negativo. Ellos quedan abandonados a su suerte y nada puede estorbar su voluntad. Pues «conduce al hombre hacia la vía que él quiere proseguir» (Makót 10b).

PORQUE YO SOY SANTO. D. Hoffman señala en su Levítico, pág. 354, que el adjetivo (kadósh… santo) atribuido al Eterno, siempre se escribe con todas sus letras, con (la letra vav, en hebreo), en el libro Levítico. Pero se escribe sin Vav cuando alude al hombre (por ejemplo XIX,2). Esto nos indica que la santidad no existe en estado absoluto más que en Dios; entre los hombres, no es más que un valor relativo, en virtud de sus contingencias terrestres.

Parashá Shavua: Ki Tisá – (Cuentes). Shabat Pará. 20 Adar 5760 (6 Marzo 2010).

En el Shabbat posterior a Purim se saca un segundo sefer Torá, para leer en Bemidbar 19:1 (hasta el pasuk 22) la mitzvá de la «pará adumá» – (vaca roja).
En el comienzo leemos:

«Entonces Hashem habló a Moshé [Moisés] y a Aarón, diciendo que éste es el estatuto de la ley que Hashem ha mandado diciendo: »Di a los hijos de Israel que te traigan una vaca roja, sin defecto, en la cual no haya mancha y sobre la cual nunca haya sido puesto yugo.» (Bemidbar / Números 19:1,2)

Esta mitzvá es el más claro ejemplo de un «jok», un decreto de la Torá que no está basado en el razonamiento humano, sino en la lógica de D-os. (Los mishpatim son los mandamientos que pueden ser captados por nuestro entendimiento limitado).

Los jukim deben ser hechos por la simple causa que Hashem así lo ordenó.

¿De qué se trata el jok de Pará Adumá?
En épocas del Mikdash las personas debían estar en estado de pureza para poder ofrecer los korbanot o concurrir al Templo. Los cadáveres, de acuerdo a lo que indica la Torá, impurifican. Por lo cual es necesario un proceso de purificación, para este tipo específico de impureza se logra a través de un ritual que incluye las cenizas de la «vaca perfectamente roja», que fuera degollada e incinerada.

Fue ordenada la lectura especial de parashat Pará para esta época del año, para que los judíos que se aprestaban para peregrinar a Ierushalaim en Pesaj estuvieron en estado de pureza ritual, y pudieran ofrecer los korbanot del jag, especialmente: korbán Pesaj.

Otra razón tiene que ver con un concepto de la Haftará:

«Entonces esparciré sobre vosotros agua pura, y seréis purificados de todas vuestras impurezas. Os purificaré de todos vuestros ídolos.» (Iejezkel / Ezequiel 36:25)

que vincula la purificación con la teshuvá, el retorno a D-os.
Una de las razones para este vínculo, puede ser que la vista de una persona exánime (y cuyo contacto nos trasmite impureza) presenta «vivamente» la idea de que la vida es digna de ser vivida a plenitud, dejando de lado las cosas que pueden ser perjudiciales, porque, todas las personas tenemos un final, y luego, no podemos mejorarnos.

Aprendiendo de este mensaje, se puede llegar puro y en óptimo estado a celebrar nuestra Liberación en Pesaj.

Como con todas las Arbá parshiot (Sheklim, Zajor, Pará, HaJodesh) ni los menores de bar mitzvá, ni tampoco los jóvenes que la celebran ese día, pueden ser llamados a su lectura.

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El significado de la Pará Adumá

La tercera de las cuatro lecturas especiales de la Torá, Parshat Pará —la sección que enumera las leyes de la Vaca Roja—, se lee en el Shabat inmediatamente anterior al Shabat [en que se lee] Parshat HaJodesh. Así, si Rosh Jodesh Nisán coincide con Shabat [en cuyo caso se lee entonces HaJodesh], Parshat Pará se lee en el último Shabat del mes de Adar. Si Rosh Jodesh Nisán acaece en día de semana [en cuyo caso se lee Parshat HaJodesh el último Shabat del mes de Adar], Parshat Pará se lee el Shabat previo al último Shabat del mes de Adar.

En Shabat Parshat Pará se extraen del Arca dos Rollos de la Torá. Siete personas son llamadas para la lectura de la sección regular del primer Rollo, y luego, el maftir lee Parshat Pará [de la sección de Jukat (Números 19:1-17)] del segundo Rollo.
Según algunas autoridades halájicas, la lectura de Parshat Pará es un requerimiento bíblico, y por lo tanto somos más estrictos en todo lo que respecta a su lectura. Así, se acostumbra no llamar a un menor [de trece años] para que lea el maftir, pues como aún no está obligado a cumplir rnitzvot, no puede liberar de su obligación a aquellos que sí lo están.
La razón por la cual se estableció leer Parshat Pará antes del mes de Nisán es recordar a quienes se habían vuelto ritualmente impuros por el contacto con un cadáver, que se purificaran para poder ofrecer el sacrificio de Pesaj en el momento adecuado.
La lectura se fijó con suficiente antelación a Pesaj para que incluso los que vivían lejos de Jerusalén [y comenzaban su peregrinación en Rosh Jodesh Nisán] recordaran que si se habían vuelto impuros necesitarían purificarse con las cenizas de la pará adumá (Vaca Roja), proceso que requería de al menos ocho días y que era condición necesaria para poder ingresar en el Gran Templo y comer de los sacrificios; caso contrario, deberían esperar hasta Pesaj Shení —el 14 de Iyar— para traer la ofrenda de Pesaj.
El Talmud Ierushalmí expresa (Meguilá 3:5): Correspondería leer Parshat HaJodesh antes de Parshat Pará, puesto que el Tabernáculo fue erigido el primero de Nisán, mientras que la pará adumá fue preparada por primera vez en el segundo día de Nisán. No obstante, leemos primero Parshat Pará, ya que trata de la purificación del pueblo de Israel, lo cual le permite traer el sacrificio de Pesaj en el momento adecuado [y no postergarlo hasta Pesaj Shení].
En los libros sagrados está escrito que los días previos a Pesaj son propicios para que la persona alcance un alto grado de pureza (tanto en sus pensamientos, palabras, como acciones], al igual que el pueblo se ocupaba de estar puro antes de ofrecer el sacrificio de Pesaj en la época del Gran Templo, y como lo hace actualmente por medio del estudio de Parshat Pará.

LA PARÁ ADUMÁ

La Torá exige el uso de las cenizas de la pará adumá sólo para aquellos que se han vuelto impuros por haber estado en contacto con un cadáver. Todo aquel que se ha impurificado por medio de otras fuentes, se purifica con los métodos correspondientes especificados en la Torá, mas no a través de estas cenizas.

Esta mitzvá fue entregada a Israel en Rosh Jodesh Nisán, en el segundo año luego de haber salido de Egipto —día en que el Tabernáculo fue erigido y puesto en uso por primera vez—. Además, esta mitzvá también fue dada para servir como medio de expiación por el incidente del becerro de oro.
Cuando Di-s Se reconcilió con el pueblo de Israel y ordenó construir el Tabernáculo para que El pudiera morar entre ellos, les entregó esta mitzvá para que eliminaran todo rastro de impureza e idolatría que había quedado impregnado en ellos luego de este episodio. De esta forma, las cenizas de la Vaca Roja también logran la purificación por el grave pecado de idolatría —Avodá Zará, que confiere el mismo grado de impureza ritual que el contacto con los muertos— para que no quede ninguna huella de él en el alma del judío.
Desde el momento en que esta mitzvá fue dada por primera vez hasta la destrucción del segundo Beit HaMikdash, hubo nueve vacas rojas. La primera fue preparada por Moshé y sus cenizas se utilizaron durante todo el período en que existió el primer Beit HaMikdash. Luego sólo sobró una pequeña cantidad que fue conservada como recuerdo. La segunda pará adumá fue preparada por Ezrá el Escriba, y las siguientes siete se hicieron durante los años comprendidos entre Ezrá y la destrucción del segundo Beit HaMikdash. Pero la décima y última será preparada por el Rey Mashíaj, que llegue pronto en nuestros días.

JUKIM: ENTENDER O NO ENTENDER

Muchas de las mitzvot de la Torá son llamadas jukím (decretos) —leyes para las cuales no hay una explicación racional aparente—. Sus motivos, así como también los significados místicos que éstas encierran, fueron revelados a los grandes Sabios de cada generación desde Moshé. No obstante, respecto de la pará adumá, el versículo declara (Números 19:2): Este es e/decreto de/a Tord; es decir, esta ley específica difiere de todas las demás, pues su explicación y significado perduran ocultos.

La esencia misma de la pará adumá parece señalar una contradicción que está más allá de nuestra capacidad para descifrarla. Nuestros Sabios enseñaron: Todos los involucrados en la preparación de la pará adumá —en cualquiera de sus etapas— se vuelven ritualmente impuros, ¡pero la pará adumá misma purifica a las personas! [Ello parecería ilógico, pues si la vaca roja purifica, ¿por qué los involucrados en su preparación se impurifican?] Di-s dijo: “Una ley he fijado, un estatuto he decretado, y no estás autorizado a ponerla en tela de juicio!” (Ialkut Shimoni, Jukát 759).
Todo esto procuré alcanzar/o a través de la sabiduría. Pensé que lo comprendería, pero esta muy lejos de mí (Eclesiastés 7:23). El Rey Salomón dijo: “Alcancé el nivel de comprender toda la Torá, pero esta sección de la pará adumá, por más que me esforcé, procuré interpretarla, investigué e indagué acerca de ella, Pensé que lo comprendería, pero está muy lejos de mí” (Ialkut Shimoni, ibíd.).
Y traerán a ti una pará adumá (Números 19:2) . Di-s dijo a Moshé: “A ti te he de revelar el motivo, pero para los demás será considerado un estatuto” (Ialkut Shimoní, ibíd.).

LA ACTITUD DIFERENTE DE ISRAEL

Venid y ved cómo el pueblo de Israel se diferencia de las demás naciones del mundo. Aquellas elogian una rnitzvá cuando comprenden su significado, mas si no, la desprecian. En todo caso, ellas no aceptan sobre sí la obligación de las mitzvot ni su observancia. Estas naciones, y el Satán, se mofan de Israel particularmente respecto de la mitzvá de pará adumá, diciendo: “¿Qué es esta mitzvá y cuál es su significado?”.

Pero la actitud de los judíos es diferente. Ellos aceptan el yugo de las mitzvot comprendan o no su significado, y muestran especialmente un gran aprecio por aquellas mitzvot cuyo motivo no ha sido aclarado y sólo son decreto Divino.
El pueblo de Israel muestra humildad frente a los decretos de Di-s y no busca comprender los significados que estos encierran. Incluso aquellos preceptos que parecen contradecir la razón humana les resultan preciados; se mantienen fieles a ellos pese a no comprender sus secretos, y siguen a Di-s solamente en virtud de su fe. Además, aun aquellas mitzvot cuyas razones sí comprenden, las cumplen sólo porque constituyen la voluntad de Di-s.
Gracias a esto el pueblo de Israel se hace merecedor de la pureza que desciende sobre éste desde el Cielo y que purifica sus cuerpos, sus espíritus y sus almas, convirtiéndose en una creación nueva capaz de trascender los límites naturales que para otros constituyen una restricción. Así como ellos anulan su propia naturaleza y razón frente a la voluntad de Di-s, El también anula los límites de la naturaleza en su favor, elevándolos a las alturas y grabando en ellos un espíritu de pureza y santidad más allá del entendimiento humano.

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