Parashá Shavua: Sheminí (Octavo). Shabat 20 de Adar II 5771 (26 de Marzo 2011).Shabat Pará. Estudiando 2 pesukim (versículos) sobresalientes

Sheminí XI,3
3 – TODO AQUEL QUE ES DE PEZUÑA (QUE TIENE HENDIDAS LAS PEZUÑAS) Y QUE RUMIA, ENTRE LOS ANIMALES, ESE PODREIS COMER.

3 – TODO AQUEL QUE ES DE PEZUÑA Y QUE RUMIA. Las dos características mencionadas aquí son las señales de los animales permitidos, pero no indican el motivo de la autorización.

Don L Abarbanel emite la teoría de que los animales rumiantes no poseen aparato dentario que les permita triturar y masticar huesos. Además, se alimentan de vegetales y no tienen el carácter feroz de las bestias salvajes. Y el hecho de que sus cascos hendidos están desprovistos de garras los vuelve pacíficos e inofensivos.
Rabí S.R. Hirsch explica en un sentido análogo: «Dos acciones son esenciales para la vida del animal: la búsqueda del alimento y la defensa de la vida. Estas dos acciones son igualmente indispensables para la vida del ser humano. Pero el ideal judío las subordina a un fin espiritual. Esta es la razón por la cual la Toráh elimina todos los animales que poseen los órganos reservados a estas dos funciones bajo la forma más señalada: las garras de la bestia feroz y el estómago capaz de asimilar sin distinción todo alimento engullido apresuradamente. Los rumiantes con pezuñas en las patas no conocen estos órganos de rudeza y violencia. Una gran lección se desprende así de esta ley que, en su simplicidad y grandeza, ha contribuido sin ninguna duda a formar el carácter específico de Israel».

ESE PODREIS COMER. Rashí subraya el carácter imperativo de estas palabras. El mandamiento de comer carne de tales animales puede parecer sorprendente a los adeptos al vegetarianismo. Entre los pensadores judíos, esta doctrina ha sido defendida por Rabí Yoséf Albo en su libro «Ikarím (III,15). El recuerda que en los orígenes de la humanidad, el consumo de carne estaba prohibido, y que únicamente los vegetales se destinaban al alimento de las criaturas (Gén. I,29). La matanza de víctimas inocentes comporta, en efecto, un acto de crueldad y de brutalidad susceptible de despertar malos instintos. La carne de los animales declarados, en consecuencia, impuros suscita además efectos nocivos sobre las disposiciones naturales de los hombres. Este es el motivo por el cual el consumo de cualquier clase de carne haya sido prohibido, aun cuando el de los animales puros sea un elemento nutritivo sano y útil. La licencia otorgada ulteriormente a Nóaj y a sus descendientes (Gén. IX,3) estuvo motivada por la necesidad de corregir el error generalizado que había conducido a la Humanidad al desastre del Diluvio. Los hombres creyeron, en efecto, que la prohibición de la carne se basaba en el hecho de la igualdad, en el seno de la creación, de los puestos respectivos que ocupan el ser humano y el animal. De esta creencia extrajeron la conclusión de que el hombre no es más responsable de sus actos que el animal de los suyos, y esta doctrina desembocó en la degeneración completa de las costumbres. La prohibición concerniente a la carne fue pues levantada después del diluvio, si bien los hombres tomaron conciencia en lo adelante de su superioridad sobre el mundo animal y de su grado de responsabilidad acrecentada con respecto a los animales. Sin embargo, cuando fue promulgada la Toráh, dejó en pie la prohibición de los animales impuros, y no permitió la carne de los animales puros más que para apaciguar los apetitos, como lo precisa en Deut. XII,21 y como lo señala el Talmúd (Tratado Julín 84a). Vista la cuestión desde esta perspectiva, la autorización concerniente a la carne aparece como una simple concesión a los deseos de los seres humanos.

En contradicción con estos puntos de vista, los autores cabalistas incluyen el alimento animal en su perspectiva general de la cosmología. Este forma parte de los elementos, gracias a los cuales se efectúa el ascenso de los factores de la creación, desde el grado o escala inferior de la materia hasta las cimas del espítitu.

Hemos descrito este proceso bajo la autoridad de Rabí Moshé Cordobero, en nuestro Com. Gén. IX, 3. El Malbím aunque es un pensador racionalista, comparte esta concepción (Gén. ibíd.). Según el punto de vista, la matanza de animales con el fin de consumir su carne aparece como «un perjuicio que produce un beneficio (Lajóv «al menát lizjót). Igual opinión expresa Najmánides en Igueret HaKodesh

44 – PORQUE YO SOY ADON_I, VUESTRO DI_S; POR ESO MISMO OS SANTIFICAREIS, Y SEREIS SANTOS, PORQUE YO SOY SANTO; Y NO HABEIS DE CONTAMINAROS CON NINGUNA CLASE DE ANIMALEJOS QUE ANDAN ARRASTRANDOSE SOBRE LA TIERRA.

44 – POR ESO MISMO OS SANTIFICAREIS. La búsqueda de una vida santa, a nivel del individuo y de la Nación, aparece aquí, lo mismo que en Deuteronomio (XIV, 1-2-21) como el motivo fundamental de las leyes alimentarias. Hemos hecho resaltar, en nuestras explicaciones, al comienzo de este capítulo, que estas leyes crean una predisposición del alma a una existencia sana, moralmente pura e impregnada de una alta espiritualidad, lo cual hace al hombre, apto para recibir el espíritu profético, (rúaj hakódesh). El respeto de las leyes alimentabas constituye una vía esencial hacia una vida sublimada por el ideal de la santidad. Tal es la conclusión que el final de nuestro capítulo viene a poner de relieve.

Y SEREIS SANTOS. Estas palabras no son un imperativo, pero significan la promesa Divina, dirigida a aquéllos que aportan el esfuerzo exigido, con vistas a la santificación de su vida. Este esfuerzo será coronado por el Eterno. Tal es la interpretación dada por nuestros Sabios al Tratado Talmúdico Yomá 39a. El esfuerzo de santificación emprendido por el hombre, aunque sea de poca envergadura, será completado por el Cielo y recompensado en el mundo del más allá. Esta concepción corresponde al adagio: Ayúdate, que el Cielo te ayudará, y representa lo contrario de las doctrinas no-judías que proclaman que la salvación del alma depende de la gracia. Al hombre corresponde, responde la verdad judía, elevarse hacia el ideal de sus propias fuerzas. El Eterno colmará entonces sus esfuerzos y lo ayudará a alcanzar sus objetivos supremos.

Los Sabios no dejan, es cierto, de ponderar la contrapartida con respecto a aquéllos que toman el camino negativo. Ellos quedan abandonados a su suerte y nada puede estorbar su voluntad. Pues «conduce al hombre hacia la vía que él quiere proseguir» (Makót 10b).

PORQUE YO SOY SANTO. D. Hoffman señala en su Levítico, pág. 354, que el adjetivo (kadósh… santo) atribuido al Eterno, siempre se escribe con todas sus letras, con (la letra vav, en hebreo), en el libro Levítico. Pero se escribe sin Vav cuando alude al hombre (por ejemplo XIX,2). Esto nos indica que la santidad no existe en estado absoluto más que en Dios; entre los hombres, no es más que un valor relativo, en virtud de sus contingencias terrestres.

Parashá Shavua: Sheminí (Octavo). Shabat 26 de Nisan 5770 (10 de Abril 2010)

Temas de la Parashá

(Levítico) 9:1 – 11:47

Nuestra parashá habla sobre los siguientes temas:

Primera aliá (9:1-16): Algunos de los sacrificios ofrecidos cuando se inauguró el Mishkán (Santuario).

Segunda aliá (9:17-23): Otros de los servicios realizados al inaugurarse el Mishkán.

Tercera aliá (9:24 – 10:11): El fuego Divino. La muerte de Nadav y Avihú. La prohibición de servir a D’os estando ebrios.

Cuarta aliá (10:12-15): La finalización del servicio de la inauguración.

Quinta aliá (10:16-20): La reprimenda de Moshé y la aceptación de la respuesta de Aharón.

Sexta aliá (11:1-32): Algunas leyes referidas a los alimentos y a las impurezas.

Séptima aliá (11:33-47): Otras leyes referidas al cuidado de las leyes alimentarias.

Comentario de la Parashá

La parashá de esta semana, nos enseña cómo debemos enfrentarnos a los momentos difíciles de la vida. En ella, la Torá nos relata acerca del fallecimiento de dos de los cuatro hijos de Aharón, el sacerdote: Nadav y Avihú.

Después de este triste episodio – cuya profundidad es grande – vemos cómo Moshé reconfortó a su hermano, y la reacción de Aharón ante todo eso:

«Le dijo Moshé a Aharón: Eso es lo que había hablado D’os diciendo: A través de los cercanos a Mí seré santificado y delante de todo el pueblo seré honrado. Y se calló Aharón» (10:3).

La Torá nos dice que Aharón simplemente se calló. Nosotros no sabemos lo que pasaba por su cabeza en ese momento tan duro, pero el comentarista Rashí (Rabí Shelomó Itzjaki 1040 – 1105) nos da una pista, basado en el midrash Vaikrá Rabá (12:2):

«Recibió recompensa por su silencio, ¿cuál es?, que Su palabra habló sólo con él ya que le fue dicha sólo a él la parashá siguiente».

El midrash nos dice que la recompensa que recibió Aharón por haberse mantenido en silencio, fue que D’os habló solamente con él (y eso es algo muy grande para la persona). El midrash aprendió esto del mismo texto de la Torá ya que al comenzar el próximo tema de nuestra parashá, D’os no se dirigió a Moshé a través del conocido «Habló D’os a Moshé diciendo», sino que dice la Torá allí: «Habló D’os a Aharón diciendo» (10:8), y el midrash entendió que no es casualidad que D’os haya querido hablar «solamente» con Aharón inmediatamente después de este episodio, habiendo tantas oportunidades para hacerlo.

Entonces el midrash comprendió que Aharón no se calló porque no tenía palabras para decir, sino que todo lo contrario. Aharón sabía que lo único que le queda al hombre por hacer cuando le ocurre algo que le trae sufrimiento es recurrir al silencio. No a un silencio que es consecuencia de una falta de palabras para expresar el dolor, sino a un silencio que exprese la aceptación total del veredicto Divino, sin cuestionamientos.

Y esta idea también está insinuada en parashat Beshalaj. Cuando los hijos de Israel salieron de Egipto, en un momento dado, ellos quedaron encerrados entre el ejército de los egipcios por un lado, el desierto por el otro, y el Mar de los Juncos por el otro. En aquel momento ellos tuvieron mucho miedo, sintieron tanta angustia que incluso pensaron rendirse y volver a Egipto para seguir viviendo como esclavos. Sin embargo, Moshé – contestando a sus reproches, les dijo: «Hashem ilajem lajem veatem tajarishún – D’os peleará por ustedes y ustedes mantengan silencio» (14:14).

A pesar de que la intención que tuvo Moshé al decirles esto es clara, una vez leí una interesante interpretación que decía que nosotros también podemos traducir el versículo de otra manera: «Hashem ilajem lajem veatem tajarishún – D’os peleará con ustedes y ustedes mantengan silencio». ¿A qué se refería Moshé al decirles esto a los hijos de Israel?

Ellos pensaban de alguna manera que D’os estaba «peleando» en su contra, ya que ellos habían quedado sin escapatoria. Es por eso que Moshé les dijo a ellos: «Cuando ustedes piensen que D’os está peleando en contra de ustedes, ustedes deben mantener silencio. Ustedes deben saber que eso es sólo vuestra idea y vuestro pensamiento, pero la mejor manera de actuar en esos momentos es callarse la boca y afrontar la situación sin cuestionamientos».

Es por eso que después de la muerte de dos de sus hijos, lo único que hizo Aharón Hacohén fue mantenerse en silencio, como dice la Torá: «Y se calló Aharón» (10:3), recibiendo una gran recompensa por ello.

Kasher… ¿Qué es eso?

Muchas veces nos hemos preguntado sobre el concepto de «kasher»: ¿Qué significa exactamente que un alimento es «kasher»? ¿Por qué este sistema es tan dominante en la vida judía? ¿Qué implica y que se desprende de un sistema que aparentemente, desde una perspectiva superficial, parece tan confuso?

La fuente de todas las normas alimenticias del Judaísmo está en nuestra sección semanal de la Torá. La parashat Sheminí, cuyo nombre hace referencia al día octavo de la inauguración del Tabernáculo en el desierto, concentra en si varios temas, siendo uno de ellos, tal vez el más relevante para el futuro del pueblo de Israel, el sistema de leyes que enmarcan las definiciones de los animales comestibles y aquellos cuyo consumo fue prohibido, definición que abarca también a los peces del mar y a las aves del cielo.

La Torá comienza a describir este tema con las siguientes palabras: «Este es el animal que comerán…» (Vaikrá 11,2), nuestros sabios explicaron en el Midrash (Torat Koahnim 2,2): que el pronombre demostrativo «este» enseña que Moshé agarró cada uno de los animales mencionados en el texto y se los mostró directamente a Israel diciéndole «este comerán, este no comerán», lo mismo hizo con respecto a los peces, las aves y los reptiles. Después de presentar las señales de pureza de los animales y de los peces, nos enseña la Torá las aves que están prohibidas de consumir y las señales de los coleópteros puros, y al terminar la sección encontramos un argumento lacónico para este sistema, también descrito lacónicamente: «Este es el sistema del animal, del ave… para diferenciar entre el puro y el impuro…» (Vaikrá 11,47). El mensaje parece simple, aunque guarda en si una profunda sabiduría: «para diferenciar», y el contenido de esta diferenciación también parece hacer referencia a conceptos que toda persona debería dominar «entre el puro y el impuro». Aunque nuestra generación ya ha perdido un poco la sensibilidad para captar en su totalidad el sentido de la separación entre lo puro y lo impuro, muchas son las conductas fijadas por el Judaísmo para retraernos nuevamente a la conciencia de estas realidades, de un sistema de pureza y otro opuesto de impureza, las reglas referentes a la alimentación son uno de los marcos dentro del cual volvemos a encontrarnos con estas energías básicas de la realidad.

Israel se encuentran espiritualmente conectados con el Creador del mundo, El es la fuente de la vida y dispuso que su pueblo se conecten con El a través de un sistema que sea apropiado para la vida, para la vida espiritual. Si bien todo lo que Hashem creó en su mundo tiene una finalidad en lo espiritual, hay niveles de acercamiento al Creador y hay niveles de vida espiritual; el pueblo de Israel se eleva a través de los preceptos a un nivel de conexión con la fuente de la vida según las capacidades y potencialidades que son parte de su propia esencia, la pureza es el instrumento que nos ayuda a conectarnos con este mundo espiritual y la diferenciación entre este mundo espiritual y aquello que no es tal, es el marco que nos marcará el ritmo de nuestra elevación como personas cada vez más espirituales.

Nuestros maestros nos enseñan con una parábola el valor interno que posee la pureza como instrumento (medicina) de crecimiento personal para Israel: «Es una parábola que se asemeja a lo siguiente – a un médico que entró a visitar a dos enfermos, vio a uno de ellos que estaba en peligro, le dijo entonces a los miembros de su familia: «denle de comer todo alimento que pida»; vio a otro que en el futuro podría sanarse, les dijo a los miembros de su familia: «este alimento puede comer y este no». Le preguntaron entonces al médico, el motivo de sus recomendaciones, por qué a uno le prohíbe ciertos alimentos y a otro le permite comer de todo… Les respondió que el primero que vio en el futuro morirá, mientras que el otro vivirá» (Midrash Tanjuma Vaikrá, Sheminí, cap. 6). Podemos desprender de este relato que el método que se encuentra dentro de las normas alimenticias que nos prescribe la Torá una medicina para la vida, un instrumento para construir una personalidad que tienda siempre a crecer espiritualmente.

Encontramos en la parashá las siguientes señales de pureza, es decir los elementos que construyen este sistema:

En los animales: el animal debe tener la pezuña hendida, o sea su pezuña debe estar partida por completo, «separada de arriba abajo» (Rashí, Vaikrá 11,2-3); el otro signo de pureza es el hecho que deben ser rumiantes, los animales rumiantes tienen varios estómagos que le permiten traer nuevamente el alimento para masticarlo otra vez. Por lo tanto, todo animal, tanto doméstico como salvaje, que tenga ambas señales estará permitido de comer, mientras que los demás que no las posean serán «impuros».

Para completar la imagen de lo «kasher», encontramos, como ya mencionamos que tal diferencia de puro e impuro se encuentra también en los peces. Entre ellos están permitidos de comer solamente aquellos que posean aletas y escamas. Mientras que en las aves no fueron mencionados señales de pureza, en vez de esto menciona la Torá sobre veinte aves impuras, nuestros sabios han encontrado un denominador común entre las aves mencionadas: son aves de rapiña, que se alimentas generalmente de carroña. Entre los coleópteros hay ciertas especies de langostas que poseen señales de pureza que permite su consumo, relacionados con sus patas y las alas que poseen.

Estos son los detalles técnicos de los animales puros e impuros siendo estos detalles los que fijan las normas de los alimentos que pueden ser comidos en tanto provengan de animales puros, mientras que de los animales impuros toda su producción será considerada bajo prohibición.

Junto con el motivo de elevación espiritual, que enmarca la personalidad de Israel bajo un prisma de pureza, cuyo instrumento comienza a partir de lo que se consume, se desprende un elemento adicional en las conductas alimenticias del pueblo. El «kasher» es sin lugar a dudas una señal de identidad nacional, de una manera tajante por medio de sus normas se marca una diferencia clara entre el mundo del Judaísmo y el mundo externo. A través de este sistema se impide que tanto judíos como aquellos que no lo son se sienten juntos en banquetes asimilatorios, haciendo una especial remembranza del pasado en Egipto: «Porque Yo, El Eterno, que te he hecho subir de la tierra de Egipto para ser para ustedes Dios, por lo tanto serán santos… y deberán diferenciar entre lo puro y lo impuro…» (Vaikrá 11, 41-47). Es decir, debido a que Israel es santo, separado, se le ha entregado un sistema de alimentos que tiene como consecuencia además una identidad como nación una separación de elementos morales extraños a la esencia del pueblo de Israel.

Sobre la base de ambos principios, uno de acercamiento al Creador por medio de las normas de la pureza y otra que define el carácter nacional del pueblo. Podemos comentar una idea que surge como síntesis de todo este tema, así Rav Shimshon Rafael Hirsh nos enseña que el hombre, el ser humano en general tiene palabras e ideas en abundancia. Teorías, frases sobre la justicia, ideales y valores llenan su espíritu, no obstante su cuerpo y sus sentidos no siempre colaboran. Estos últimos suelen escuchar a otras leyes, y a otros valores. Por lo tanto, muchas veces el ser humano suele perder la confianza en las ideas trascendentales, y siente una cierta distancia cínica de ellas, como hombre sabe que es más que un animal, pero en el momento de la acción no siempre vemos muchas diferencias. Al parecer el proceso material y «humano» controla las conductas y produce una separación entre el espíritu y el cuerpo, entre el ideal y la realización.

«¡Fija tus ideales trascendentales en el sistema de tu cuerpo!, ¡Junta los extremos del cuerpo y el espíritu! Debemos tomar las acciones provenientes de los sentidos y elevarlas de nivel, así no será nuestra comida solamente un proceso corporal, sino que habrá en ella un acto moral; si logramos escoger nuestro alimento no solo a partir de necesidades materiales, sino que lo enmarcamos en una dimensión espiritual, habremos conseguido formarnos bajo una salud más espiritual y moral que física». (Rav Hirsh a la parashá).

La síntesis: control de la voluntad espiritual en su dimensión ética sobre el sistema físico, esta es la definición de «kasher».

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